Autor: Miguel Ángel Bueno
Zaragoza
MAYO, MES DE MARÍA
¿Por qué el mes de mayo es el mes de la Virgen María? Si la Iglesia está celebrando la semana Santa, es decir, la pasión, muerte y Resurrección de Jesús, ¿por qué se rinde homenaje también a María en este mes? Esta tradición lleva dos siglos en vigor y coincide con el comienzo de la primavera y el destierro del invierno.
El “triunfo de la vida” que simboliza la primavera es uno de los motivos por los que se sitúa en mayo el mes de la Virgen, Madre de la Vida, de Jesús. El mes de mayo es uno de los meses más bellos del año.
Con la primavera, nacen las flores, comienza el buen tiempo. La naturaleza se renueva. Y esa belleza es reflejo de la belleza de Maria. El concepto de belleza es subjetivo. Contemplar un caballo, una joya, una obra de arte, un paisaje con su amanecer o atardecer, etc producen distintas sensaciones en cada persona.
La belleza de María, es una belleza integral. Es por sí misma bella en toda su figura, es bello todo lo que significa. Yo veo a la Virgen en el Evangelio y no puedo dejar de decir: ¡Qué guapa es!.
Si alguien pregunta que es la belleza, cada uno responderemos de una manera. Yo me atrevo a decir que la belleza es la madre. Una madre es lo más bello, porque es aquella que te da un amor incondicional por el mero hecho de ser su hijo, por haberte tenido en su vientre nueve meses, por haberte dado la vida.
Cuando Dios se hace hombre, el verbo encarnado, y viene al mundo, lo primero que ve cuando abre los ojos es la sonrisa de su madre. Se encuentra acogido y protegido en los brazos de su madre. Y ahí empezamos a reconocer la figura de la virgen. Lo que significa en la humanidad, el papel que juega en nuestra fe.
Sólo el Evangelio de Lucas hace alguna referencia a la infancia de Jesús, desde su nacimiento, y al misterio de la encarnación. Según la tradición cristiana, María es la única mujer en toda la historia de la humanidad, a la que Dios permitió nacer sin pecado original. Para entender la significación que la virgen tiene en nuestra vida de fe, contemplemos la vida de María como si estuviésemos presentes en su historia, como vestía, como eran los lugares en los que vivió, la gente con que se relacionaba.
Cuando el ángel le anuncia su maternidad, era una niña. Hay que ponerse en su lugar y comprender lo que eso significaba para una niña en la sociedad de su época, con las leyes existentes. María a pesar de su corta edad ya había sido prometida a un hombre, de la casa de David. José era su nombre (Lc 1,20)
Cuando el ángel anuncia a María lo que habría de acontecer, esta debió de sentirse absolutamente abrumada. Conocía las leyes y sabía que sería acusada de adulterio, sólo por estar prometida, y su castigo sería la muerte por apedreamiento, por lapidación. Aún así tal era su fe, que aceptó. Es un sí incondicional.
Su fe le otorga la confianza y seguridad de que nada malo puede ocurrirle obedeciendo al Señor. Es el principio del mayor acontecimiento en la historia de la humanidad.
Todo lo que desde entonces ocurre va siendo modelado por Dios para que se cumplan sus designios, desde la aceptación de la situación por José, hasta la marcha a Belén, para que se cumpliese la antigua profecía (Mt 2,6). En Belén se cumplen los días del alumbramiento y dice el Evangelio que no había sitio para ellos en la posada (Lc 2,7).
Y hoy, ¿hay sitio para ellos en nuestros hogares, en nuestras vidas, en nuestros corazones? Da a luz en un pesebre, lugar donde guardaban la comida de los animales. El hijo de Dios nace en el lugar más pobre. El ángel se lo anuncia a unos pastores.
El hijo de Dios no es anunciado a ricos y poderosos, sino a pobres y humildes. Incluso los magos que acuden a adorarle le buscan en el Palacio del Rey Herodes, pues pensaron que el Rey del mundo, que iba a nacer debería hacerlo en un Palacio. Cuando encuentran a Jesús, reciben el aviso del ángel y se marchan por otro camino.
Y nosotros, a pesar de nuestros avisos que no somos capaces de interpretar, ¿no es momento de coger otro camino, de cambiar nuestras vidas y entregarnos como María se entregó?
¿No nos damos cuenta que, tal y como le sucedió a María, si tenemos fe y decimos: “sí, hágase en mí según tu palabra”, nada malo ha de pasarnos, todo estará a nuestro alcance, pues para Dios no hay nada imposible?
Y ¿cómo sería la vida cotidiana de la Sagrada familia en Nazaret? A menudo me pregunto como serían sus conflictos, su día a día. Hasta la vida pública de Jesús, sólo conocemos el hecho del niño perdido y hallado en el templo. (Lc 2, 42-52) Doce años dice el evangelista que tenía.
Cuando María y José le encuentran se produce una especie de conato de reprimenda, más causada por el susto de los propios padres que por el hecho de haberse separado de ellos, de haberle dado por perdido. Y Jesús termina esa discusión con unas palabras tranquilizadoras y llenas de bondad y trascendencia:
¿Y porqué me buscábais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? (Lc2, 48-49).
El evangelista, acaba este pasaje:
Lc 2, 51. Bajó con ellos(Jesús) y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
Lc 2,52. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Si la tierra que pisó Jesús es Tierra Santa, cómo no va a ser Santa la mujer cuyo vientre le albergó, cuyos pechos le amamantaron, cuyos brazos le acunaron y sostuvieron. La mujer que le dio la vida, que estuvo con él cuando de pequeño se caía, le daba de comer cada día y cada noche le acostaba. La que besaba su rostro y le lavaba y le vestía. El hijo de sus entrañas, al que miraba sabiendo quien era. La primera que le enseñó a rezar.
Durante su Ministerio, María aparece en los cuatro evangelios, pero en Jn 2, 1-11 , en las bodas de Caná, se convierte en la primera intercesora ante su hijo, y no podía ser otra que la madre. Le pide a Jesús que haga “algo” pues se ha terminado el vino de la boda. Jesús la escucha, la obedece y convierte el agua en vino, a pesar de decirla que aún no ha llegado su hora. María dice a los sirvientes, haced lo que Él os diga.
Ese es el consejo que, como buena Madre hoy nos da: haced lo que Él nos diga. El primer milagro que Jesús realiza públicamente lo hace por petición de su madre. Por eso sabemos que nuestra devoción a la Virgen nos tiene que llevar irremediablemente al hijo. A la Virgen la veneramos, pero no es objeto de adoración. Sólo el misterio de la Santísima Trinidad es objeto de nuestra adoración. A la virgen la rezamos para que nos proteja como protegió a su hijo y que interceda por nosotros ante Él.
Y así llegamos al momento culminante de la vida y figura de la Virgen. La pasión de su hijo, su muerte y resurrección. En las bodas de Caná, aún no había llegado su hora; en la Cruz ha llegado su hora. Ella estuvo presente. Vio como era insultado, ultrajado y hasta abandonado por sus discípulos. Vio como era cruelmente azotado, su agonía camino del calvario. Y vuelve a demostrar otra vez su inmensa fe, pues no se rebela ante la situacion que contemplaba.
¿Qué padre o madre, al ver semejante castigo a su hijo, no intervendría aunque le costase la vida? Sólo María, llena de fe y poseída del dolor más inmenso que una Madre puede sufrir, asume que es la voluntad de Dios. Porque ella sabe que Él es el hijo de Dios. Y es en la Cruz, cuando nuestro Señor nos la entrega como Madre. Nos hace ese regalo, mientras María está junto al Apóstol Juan diciendo:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego dice al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre.» (Jn 19, 26-27)
Es por esto por lo que la consideramos Madre de Dios y Madre nuestra.
Tras la muerte de Jesús, los apóstoles están asustados, perdidos y, sobre todo, decepcionados. Es María la que les sostiene, anima y les invita a la esperanza.
A lo largo de los siglos, se han producido muchas apariciones de la virgen, siempre a niños humildes y sin formación pero de fuerte fe. Esas apariciones han ido dejando mensajes de paz, amor y esperanza, pero el tema de esas distintas apariciones y advocaciones, así como la devoción del Santo Rosario y cómo, nuestro ave María es totalmente bíblico, será objeto de otros comentaros más profundos, que si Dios quiere, hablaremos de ellos en un futuro.
Para ir finalizando, debo subrayar los cuatro dogmas que la Santa Iglesia católica otorga a la figura de María:
Su Inmaculada Concepción:
A la única mujer que Dios le permitió ser concebida y nacer sin pecado original fue a la Virgen María porque iba a ser madre de Cristo.
Su Maternidad Divina:
La Virgen María es verdadera madre humana de Jesucristo, el hijo de Dios.
Su Perpetua Virginidad:
María concibió por obra del Espíritu Santo, por lo que siempre permaneció virgen.
Su Asunción a los Cielos:
La Virgen María, al final de su vida, fue subida en cuerpo y alma al Cielo
Yo sólo puedo terminar diciendo con toda la devoción y todo el amor de mi corazón:
María, madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros que recurrimos a ti.
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La receta bíblica que acompaña a esta entrada: DÁTILES RELLENOS DE ALMENDRAS Y MIEL