PASEANDO EL 2020 CON MARISA

Autora: Marisa Ventura

Toledo

¡El confinamiento!

Hay quien lo contempla como una etapa rutinaria y monótona. ¡Yo no puedo considerarlo así ya solo por el hecho anómalo de que, en familia, nos saludamos solo con los codos y nos mantenemos a dos metros de distancia entre nosotros!

Asumir que el enemigo podía estar oculto detrás de un abrazo de mi marido, de mi madre o de mis propios hijos, ha sido, como poco, inaudito y desde luego, ha tronchado todas las rutinas cotidianas, rutinas que, por otro lado, vienen a ser las mismas que habitualmente llevamos adelante cada día, pero vistas desde más cerca.

Además, nos ha puesto en la tesitura de tener que pensar, por un lado, más allá del día a día obligándonos a reflexionar sobre cuestiones importantes que habitualmente posponemos o damos por sentadas y por otro, en esos elementos innecesarios de los que no somos capaces de desprendernos, bastante a menudo porque caemos en la rutina de la costumbre.

a dos caras. Pradit

¡El ser humano vive de hábitos que cuando se rompen, lo desequilibran por completo!

¡El virus!

No es menos cierto que esta situación tan hostil nos ha dejado -y aun nos deja- mucho de negativo, con momentos muy duros realmente impactantes, noticias diarias que nos generaban una amalgama de emociones que iban desde la impotencia al dolor, pasando por la incredulidad y el miedo y, cuyos nefastos resultados han sido -aun lo son-  la derrota de toda una generación que nació en guerra, creció en postguerra y maduró entre interminables crisis de uno u otro tipo; una generación irrepetible acostumbrada al trabajo duro y a la escasez de recursos y aún así , capaces de sobrevivir con la dignidad intacta.

Por ellos, por todos los que se han ido, me quedo con la emoción de saber que tenemos la ventaja de haber aprendido de ellos, de saber de buena tinta el efecto transformador que suponen en las relaciones familiares, del necesario sentido vital de sus lazos emocionales ¡del extraordinario vínculo que crean entre pasado y futuro!

¡Creo que nunca más tendremos la suerte de volver a vivir con personas tan meritorias, capaces de priorizar con tanta pasión y sentido común sin perder el norte!

oleada de recuerdos

A pesar de todo el dolor por esta gran pérdida, no he perdido la fe en nosotros mismos como seres humanos,  porque somos lo más valioso que tenemos, literalmente y con todo lo que la palabra conlleva.

Espero de las nuevas generaciones, la autoridad necesaria para enmendar los errores cometidos hasta ahora y aprobar esa asignatura pendiente:¡el respeto por los demás y la tolerancia hacia las diferencias! pilares básicos para manejar con destreza nuestra sociedad y hacer de nuestro paso por la vida, un viaje más saludable, eficazmente aislado de la desconfianza y el miedo.

Ciertamente una tarea ardua y muy, muy comprometida, teniendo en cuenta que no tenemos control sobre nada y que, muy al contrario, estamos tan “hipermegacontrolados” que ni siquiera las decisiones más nimias nos pertenecen.

¡Se que es una utopía, pero necesito creer en ello!

¡El miedo!

luto y pasión
dav

¿Quién dijo miedo?  Me viene a la memoria el comienzo del aislamiento, cuando se formaban aquellas colas interminables en los supermercados, por el temor propagado de que nos quedaríamos sin víveres debido al stop general.

En momentos tan espinosos, yo siempre pienso en quienes no disponen habitualmente de recursos y en la dificultad multiplicada que les supondría una situación así.

Quiero creer que, como yo, muchas personas también lo hacen, pero en esos días, fui testigo directo de cómo algunas personas arrasaban con todo para hacerse despensa sin pensar en nadie más y curiosamente, me hicieron sentir “miedo” porque les imaginé en un mundo hostil carente de casi todo, y les intuí capaces de cualquier cosa para obtenerlo.

¡Llevo muy mal la insolidaridad! y soy cada día más renuente a la individualidad que se está instalando en nuestra sociedad, despacito y con mimo, pero inexorable e imperceptiblemente para la mayoría, algo que pone de manifiesto que tropezamos en la misma piedra, no una, sino cinco mil veces. ¡Ya llevamos dos mil veinte!

¡Divide y vencerás!

Una de las enfermedades de este siglo es la superficialidad.

Ahora se le da más valor al envase que al contenido y eso nos lleva a sobreactuar para mantener el interés “activo” -el propio y el ajeno- y a relegar las emociones, algo que nos va separando día a día de los demás y que es un filón que están aprovechando los de allá arriba para mantenerse en el poder.

baño de burbujas
mde

Las ideologías políticas, las creencias religiosas, las clases sociales… todo ello son divisiones que favorecen la individualidad y que nos hacen menos fuertes, más repartidos y enfrentados y, por ende, más controlables, porque fusionados seríamos una masa muy poderosa que podría agitar la pirámide hasta destruirla.

Aun así, seguramente seremos capaces de sobreponernos porque creo que debemos tener un mecanismo en alguna parte, que sirve para adaptarnos a los nuevos tiempos, y aunque muchas cosas serán diferentes y más difíciles a partir de ahora, creo que otras permanecerán inamovibles: el amor, el deseo por mejorar, el entusiasmo por descubrir, por creer, por crear…

Y aunque reconozco cada día más instalados el egoísmo y la falta de empatía, continúo deseando encarecidamente un cambio de rumbo que nos dirija hacia la serenidad, la compasión y el respeto, como una forma muy grata de afrontar lo nuevo.

¡Lo mejor!

Afortunadamente, pasear por el 2020 nos ha traído también buenos momentos. En nuestro caso particular hemos recibido emocionados a un nuevo miembro en la familia: el nacimiento de mi sobrina-nieta Amelia, una preciosidad que lleva el nombre de mi madre y que nos ha llenado a todos de alegría. Siempre recordaré la emoción de su primer encuentro y la nostalgia que sentimos por la ausencia de mi padre, que ya no está entre nosotros y que se habría ilusionado muchísimo con su bisnieta.

El gran amor

A mí me ha permitido retomar costumbres algo oxidadas por falta de tiempo: releer libros que tenía olvidados, reordenar fotografías antiguas, conversar largamente, los juegos en familia….

He descubierto que mi entusiasmo por la cocina es mayor de lo que creía y que soy mejor fotógrafa de lo que suponía. También aparqué el coche y compré una bicicleta, algo que hacía años que tenía en mente hacer, ahora me muevo pedaleando sobre dos ruedas por la ciudad y me encanta.

Me sigue apasionando una conversación amena en buena compañía, con un café y un postre nuevo y lo he echado de menos con los míos. Me ha emocionado ver a mi madre relatando sus recuerdos -los tiene tan frescos como si los hubiera vivido ayer mismo- y a mis hijos, escuchándola respetuosos y atentos. He reído a carcajadas con mi hijo, siempre rebosante de alegría y un provocador de buenos momentos.

¡Las lágrimas!

Soy muy empática y lloro fácilmente, este año he vertido muchas lágrimas; unas por mi propia familia, otras por esta generación que se ha ido sufriendo la soledad y rodeados de extraños; algunos sin poder vivir aquello que soñaron; también por quienes continúan suplicando un mundo más justo que les permita un poco de armonía y se dejan la vida en el intento; por los animales abandonados/maltratados sin piedad; por la falta de cuidados a nuestro auténtico hogar: la naturaleza.

¡También he llorado por un poema narrado con sentimiento!

pensamientos
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Creo que la vida merece ser vivida con ilusión, debemos darnos tiempo para tomar decisiones coherentes, aparcar nuestros miedos y perseguir los sueños. De momento he afinado un poco las jornadas estresantes de antes y ahora llevo una vida más “templada”

¡Bye, bye, año!

He llegado a este ultimo tramo de 2020 con todo lo positivo y negativo a cuestas y me gustaría que con el final del año se acabara también esta pandemia que nos trae de cabeza y nos deja un recuerdo amargo, pero hay que sobreponerse y capear el temporal con toda nuestra fuerza, por nosotros y por los que vienen detrás.

Verdad es que no será una Navidad como otras anteriores, básicamente porque hay quien ya no está y no podremos evitar tener un pensamiento hacia ellos y, porque las grandes reuniones familiares quedan en el aire de momento, pero haremos los posible para que sean todo lo buenas que merecen y en casa, mantendremos nuestras puertas abiertas para aquellos que conocen el camino y saben dónde encontrarnos.

¡El consejo!

En el nuevo año no nos olvidemos de sonreír ni perdamos la esperanza.

Si reflexionamos sobre todo lo que hemos vivido durante estos 365 días y lo hacemos con sinceridad, seremos capaces de enderezarnos y salir airosos.

Yo me quedo con la sabiduría de Mafalda:

Lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho, así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría”

¡Feliz Navidad!

M.L. Ventura.

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Bocetos que acompañan en este paseo: Pradit. Disfrútalo en su GALERÍA

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