Un Cuento. VUELVO POR TI

Pulsa Play y, con Ara Malikian y su versión de Life on mars, comienza a leer el cuento y disfruta de las imágenes maravillosas de Rocío Orcera.

– I –

Yo le recordaba caminando por las calles con pasos tambaleantes,  una extraña mirada perdida y las ropas, que aunque descoloridas, resaltaban por sus colores chillones. Siempre que coincidía con ella en la acera, bajaba la mirada  y cruzaba la calle. Nunca fue violenta, ni mal educada conmigo ni con nadie, pero su sola presencia nos perturbaba a todos.

No es fácil mirar en el interior de las personas. Casi siempre nos centramos en lo que vemos con nuestros ojos engañosos. Pero esa imagen solo es superficie y casi nunca responde a la verdad.

Y así, un día de primavera, me deshice de los prejuicios para ver más allá del exterior.

No crucé la calle y aguanté la mirada al frente hasta encontrarme con la suya. Entonces hubo un instante en el que nuestros brazos, sutilmente,  se rozaron. Fue todo lo que hizo falta para escuchar cómo sonaba su alma.  “Vuelvo por ti”, me dijo.

Para el resto del mundo nada ocurrió. Como siempre, todos la evitaron y ella siguió su camino sin alterarse. Pero yo reconocí su voz, transparente como un cielo azul, y fue el principio de todo.

– II –

Comenzaron los sueños. Sentí el alma de aquel bosque, su respiración, la vida secreta que escondía.

Soñaba con las gotas de agua  que empapaban la tierra. Con el corazón místico y viajero de ella, Su melodía y sus colores.

Una plegaria me sumergía en un profundo sueño y me llevaba hasta su mundo.

“Que Dios me conceda el Rocío del cielo y de la plenitud de la tierra, la abundancia del pan y el vino”

La magia sucedía caminando sobre la húmeda hierba de aquel lugar, en el aroma  de las flores, en sus árboles centenarios. Y todos los males desaparecían, como si el viento se los llevara.

Despertaba absolutamente relajada, con esa felicidad que invade todo el cuerpo hasta levitar.

Y cada mañana salía a su encuentro buscando respuestas, pero nunca más mi brazo rozaría el suyo. Excepto en mis sueños.

Al contrario que en la vida real, aquí nada desentonaba en ella. Sus rizos amarillos se mecían con el viento y  su vaporoso vestido  se balanceaba al son de su caminar. El blanco pureza de la gasa  resplandecía advirtiendo la sabiduría del bosque.

Con su comitiva de animales, dirigía el equilibrio de aquella tierra donde los milagros sucedían de forma natural.

En mi mundo, todos ellos estarían al borde de la extinción. Los más débiles serían el alimento de los más fuertes, éstos lucharían a muerte para mantener su hegemonía, todos serían devastados por el hombre. Pero aquí eran inseparables. Le acompañaban allá donde iba y, como ella, eran únicos en su especie.

Bajo su halo de luz, caminaban dos mágicos perros color azabache, protectores y sanadores.

El bonobo saltaba ruidoso sobre los gigantescos árboles advirtiendo de su llegada.

El soala, erguido y elegante, caminaba a su derecha.

El jaguar siempre al acecho, en  la  retaguardia, mientras que  el perezoso sifaca dormía plácidamente en su regazo sabiéndose a salvo.

En el gran mar que se fusionaba con el bosque, el canto de la foca monje era el eco del valle.

Majestuosa, planeando sobre las copas de los árboles, el águila real interpretaba los mensajes del más allá del horizonte.

Orgullosos, sabiéndose  extraordinarios, habitaban en aquella mágica tierra donde la mano destructiva de la humanidad no había llegado.

– III –

Ella tenía muchos nombres; “La que tiene la Gracia Divina”. “La mujer refrescante y juvenil”. “La Paloma Blanca”. Pero yo le llamé Rocío porque, a su paso,  la vida renacía.

Y en ese instante me incluyó en su mundo, donde los cielos destilaban Rocío y, a su paso, florecían los lirios y las azucenas.

Mientras soñaba me sentía tan llena de vida. Su perseverancia y su libertad absolutamente extraordinarias mantenía mi fe en el mañana.

Durante el día deambulaba en las rutinas sin otra motivación que encontrarla.

Esperé a que los sueños dejaran de serlo. Que el sol se escondiera y la luna saludara a la noche y Rocío, con su cortejo, viniera a buscarme. Pero ella se había volatilizado como la niebla que se disipa con el sol.  

 En mi onírico bosque seguía sus huellas y su espontánea naturalidad que trasladaba a mi vida cotidiana.

 Y mientras la esperaba, aprendí a no perder nunca la esperanza, a ser resiliente, confiar en mis capacidades y a disfrutar de esos momentos inapreciables que me preparaban para lo que estaba por venir.

  Comencé a pasear por el campo. Distinguía la vida en los sonidos vivos de la tierra. Percibía la magia en el susurro del viento, en  las raíces del  olmo centenario que se aferra a la tierra para emerger poderoso y tocar el cielo con sus ramas. Todo tenía un balanceo con una melodía que formaba parte de mi nuevo universo.

El tiempo erosiona la belleza. Lo que perpetúa inalterable  en nuestras vidas es el valor de las cosas insignificantes y los sueños.

Sentía su llamada, respetuosa pero rotunda. Me miraba a los ojos y me desvelaba tantas verdades…

Una noche dijo mi nombre por primera vez.

“Eres aquella a la que Dios ayuda. Llevas una promesa divina. Elisa, hermana de alma. Vuelvo por ti siempre. Hasta que me sientas, hasta que me encuentres”.

– IV –

 Ella sabía que ningún obstáculo sería los suficientemente grande como para que yo abandonara.

Me rodeé de almas gemelas, especímenes raros y extinguidos que, olvidando lo aprendido, recuperamos la inspiración.

Fui perseverancia y tolerancia. Me deshice de todo lo que no aportaba cosas positivas a mi vida. Y en ese proceso de paciencia y de espera,  encontré la razón de mi sonrisa.

Liberándome de los miedos, reconocí el equilibrio de todo y la perfección que habita en mi interior.

Ya veis todo lo que un sueño es capaz de conseguir.

 Década a década, soñaba con la fuerza y el amor que Rocío me desvelaba, los misterios de su mundo.

Ella aparecía noche tras noche. “Vuelvo por ti”, me repetía.

Llegó con la luna nueva de Capricornio, poderosa y clarividente, para manifestar mi sueño .

“Todo ocurre por algo“, me dijo. “La espera es parte del crecimiento y cada paso te ha conducido hasta hoy”.

Su gran sentido común, su honestidad y su perpetua sonrisa, me enseñaron a ser inquieta, a no permanecer nunca inmóvil

Abrí mi alma y mi corazón y desperté allí donde pertenezco. Me entregué a este bosque en cuerpo y alma, literalmente.

El tiempo hoy, tiene otro sentido. Un instante  no es distinto a una eternidad.

– V –

En el mundo hay una fuerza escondida bajo la superficie.

 Lo mismo que  las flores salvajes floreciendo  en un bosque ennegrecido por el incendio, algo primitivo se despierta cuando necesitas un empujón para vivir tu libertad.

 La mayoría de la gente tiene miedo a esta  emoción y la esconde en los más profundo de su ser, pero siempre habrá personas con el valor necesario para amar todo lo salvaje que habita en su corazón.

Locos o quizá valientes que no tememos descubrir nuestro destino.

Buscamos incansablemente y, en el camino, descubrimos lugares  mágicos, espíritus de rizos dorados que nos ayudan a encontrar el verdadero sentido de nuestras vidas.

Hay muchos como nosotros que viven según su pálpito.

Lo que no te pertenece, jamás te hará feliz. Aunque aún no lo sepas.

Busca en tu alma. Allí, el ángel custodio te mostrará el lugar donde perteneces.

Y cuando al escuchar tu nombre sientas un halo de cálida paz, una poderosa fortaleza y la más indescriptible felicidad, respira y sonríe porque al fin estarás en casa.

La receta que acompaña a este cuento es una mezcla de sabores y texturas. TIRAMISÚ

Aquí podéis encontrar todos los cuentos que ha inspirado la fotografía tan especial de Rocio Orcera