Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON

historias

Autora: M.L. Ventura

“……El lugar elegido fue un hotel de estilo árabe, con torres y minaretes de formas irregulares y versátiles elevaciones. Se hallaba ubicado en un acantilado sobre el mar y tenía fama de disponer las mejores cenas para enamorados y de crear un ambiente tan cálido y placentero que quienes lo visitaban quedaban maravillados.

El paisaje que se vislumbraba desde cualquiera de sus ángulos era sencillamente espectacular, se elevaba majestuoso sobre una roca, igual que lo haría un dios dominador del mar.

Era ciertamente un lugar de innegable belleza, rodeado de exuberante vegetación, radiante de serenidad, con el rumor de fondo de las olas y el murmullo del agua que vertían las fuentes que custodiaban los jardines, irrumpiendo intermitentes en el agradable silencio y creando esa atmósfera tan seductora.

La decoración interior era exquisita. Las mesas estaban convenientemente separadas entre sí e invitaban a la conversación privada. Una suave brisa entraba delicadamente por los ventanales amplísimos que rodeaban la estancia, meciendo sutilmente las livianas cortinas. El colofón lo ponían la luna llena, hermosísima iluminando la imperturbabilidad tenebrosa del mar, y el faro, centinela nocturno que destellaba impasible su luz entrecortada.

La mesa que les habían dispuesto se hallaba en un bello rincón del comedor. Una suave luz indirecta iluminaba la rica vajilla de Limoges y un candelabro labrado en cristal azul de una conocidísima firma presidía la mesa dándole un toque cálido y elegante.

Ella había elegido un vestido recto en suave tono anaranjado y unas sandalias doradas que hacían juego con los finísimos tirantes. Llevaba el cabello suelto y una diminuta perla en forma de lágrima adornaba sus orejas. Una cartera completaba su atuendo.

Él, que también vestía muy elegante, miraba extasiado la delicadeza de sus gestos al comer.

Ambos habían tomado una deliciosa crema de calabaza de primero y de segundo un sabroso mero con vegetales excelentemente condimentado y regado con un suave Chardonnay blanco, para terminar con un streussel de chocolate albo adornado con crema de mango y limón, que se fundía en sus bocas dócilmente.

Fue un momento extraordinariamente delicioso para ambos, que sintieron que su vida era un sueño hecho realidad, y se sintieron agradecidos y dichosos.”

FIN.

La joven cerró el ajado libro y lo puso junto al agrietado reloj despertador suspirando. Ambas cosas las había encontrado en un contenedor de basuras del centro de la ciudad. El reloj estaba deslucido y el cristal de la esfera roto, pero tenía pilas y funcionaba, sin embargo, el libro casi era nuevo cuando lo encontró. Ahora aparecía manoseado de tantas veces como lo había leído; no en vano podía decirse que le había servido para mejorar notablemente su técnica de lectura.

Aún no era tarde, pero la esperaba un día de duro trabajo y pensó que mejor sería estar bien descansada, además había conseguido hacerse con un pequeño neceser de maquillaje y tenía lavada su mejor ropa, que aun siendo escasísima guardaba para las ocasiones especiales.

¡Y mañana lo era!

Mañana empezaba la temporada de los turistas, que en esas fechas comenzaban a invadir los lujosos resorts y las paradisíacas playas.

Uno de esos hoteles preparaba recorridos con pequeños grupos, que abarcaban la mitad de un día en un itinerario preciso, y que iba acompañado de una amplia explicación sobre el origen de aquella parte de la ciudad.

Los guías les mostraban el dispar contraste con las otras zonas de la ciudad y les hablaban de la ruda arquitectura de sus construcciones a las que llamaban “barracos”, abriéndoles así una bien protegida ventana a la brutal realidad de las vidas de esas gentes, a quienes veían bullir aquí y allá desde sus agradables existencias.

La mayoría miraba esos asentamientos aislados con una mezcla de pena y desprecio que les hacía sentirse seres superiores, pues sabían que pronto volverían a sus seguros y lujosos hogares, donde hallarían sus alacenas bien repletas.

La ruta finalizaba en el centro de artesanía donde ella trabajaba y que durante los días de visita estaba adecuadamente vigilado por la policía de la ciudad. Allí el visitante podía comprar productos típicos y artesanales hechos por sus gentes a precios irrisorios. Los beneficios obtenidos de las ventas se destinaban a la comunidad con el fin de ir consiguiendo algunas mejoras y mantener los recursos más básicos, pero éstos eran tan reducidos que conseguir agua corriente y red eléctrica aún se hallaba muy lejos de ser un hecho.

Acomodándose en el camastro subió la raída sábana hasta sus hombros y miró el desconchado techado, que en su mayor parte aparecía reparado con adobe y planchas de uralita.

Al otro lado de la estancia, separado por una grasienta tela que hacía las veces de cortina, una pequeña cocina de gas y junto a un minúsculo ventanuco, unas toscas estanterías de tablones que soportaban un escasísimo menaje de cocina. El baño como estancia no existía, para aliviarse tenía que salir al exterior y deponer en un cubo que después vaciaba colina abajo.

Se volvió del lado derecho, apagó la luz y cerró los ojos pensando en mañana.

Se maquillaría y se recogería el cabello, así ocultaría lo castigado que estaba por la escasa higiene y el áspero jabón que utilizaba para lavarlo.

¡Mañana, mañana, mañana! Se durmió pensando que mañana era tal vez el día en el que Cupido lanzaría sus flechas por donde ella estuviera y daría de lleno en el corazón de alguno de aquellos visitantes, que se fijaría en ella y la vería hermosa, limpia y femenina a pesar de su maquillaje barato y su ropa marchita; que se enamoraría y la sacaría de aquella mazmorra llevándola con él y colmándola de amor; que la llevaría ante su familia y que todos la aceptarían, y la comprarían muchas cosas bonitas, zapatos lindos y vestidos vaporosos…..; y así, se alejaría para siempre de aquella terrible inquietud, que era cada día su vida en las favelas.

La receta que acompaña a esta historia: CREMA DE CALABAZA

crema de calabaza

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3 respuestas a “Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON”

  1. Estoy segura de que te acercarás mucho, Minerva.

  2. Seguro que sí, Minerva. Y no olvides compartir los resultados

  3. Minerva HERNÁNDEZ VENTURA dice:

    Muy buena receta, espero que me salga tan rica como la tuya

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