no puede ser siempre verano

No sé cuándo empecé a refugiarme en la escritura; creo que ya anotaba desahogos y pequeñas reflexiones desde bien chica. La rebeldía bien educada de mi adolescencia se colaba en cuadernos y diarios, como quien abre una rendija para que entre aire fresco sin hacer demasiado ruido.

Después llegó la aventura de la docencia y, con ella, dos niñas pequeñas. Entre clases, tareas y meriendas, no me daba la vida y aparqué mi pasión en una estantería, “para más adelante”. Nunca he publicado nada porque siempre pensé que algo tan introspectivo y personal no interesaría a nadie. Aun así, en uno de mis destinos abrí una pequeña revista mensual con mis alumnos, y alguna vez me dejé caer por periódicos locales con alguna publicación suelta.

Hace poco me jubilé y, casi al mismo tiempo, llegaron pérdidas muy importantes, además de esos meses de claustro pandémico que nos cambiaron a todos. Entonces decidí retomar esta estupenda terapia llamada escribir. Puse las manos sobre el papel y descubrí que las palabras seguían ahí, esperándome, como quien guarda la toalla en la playa a pesar de las nubes: no puede ser siempre verano, pero siempre hay forma de encontrar algo de luz.

Hoy continúo esta aventura formando parte de la tribu de Historias entre Fogones. Ojalá disfrutéis leyendo mis historias tanto como yo al escribirlas, mientras seguimos aprendiendo a vivir todas las estaciones.