Fiorella y sus cositas ricas.
Mijas. Málaga.
Soy poco amiga de cambios. Mi naturaleza es más de: “Al mal tiempo, buena cara, que ya vendrán tiempos mejores” y esperar a que pase la tormenta.
Parece una contradicción, ya que crucé el Atlántico, hace más de 15 años para probar suerte en un país tan alejado del mío, Argentina.
Era una pequeña aventura que iba a ser pasajera. El destino dispuso otra cosa y se encadenaron una serie de acontecimientos que convirtieron la corta estancia en España, en mi segunda patria.
Aquí he conseguido asentar mis raíces y aquí ha nacido mi hijo Lucio, el motor de mi vida . También a mi lado, están mi madre y mis hermanas que son un apoyo imprescindible y formamos una familia unida y muy querida.
Desde el principio he trabajado como repostera, siempre aprendiendo, llevaba muchos años en el mismo complejo hotelero. Aquí me mantenía estable y también estática. Hasta que llegò la pandemia y todo se transformó.
El confinamiento fue el inicio de una conversión absoluta en casi todas mis rutinas.
El primer gran cambio fue llevar el instituto a casa. Los padres que han pasado por lo mismo, me entenderán perfectamente. Hemos pasado juntos las 24 horas del día sin posibilidad de hacer otra cosa que preparar los interminables cometidos que los profesores enviaban diariamente.
Las tareas de mi hijo, eran como una línea recta infinita, sin principio ni final. Así que, nos dispusimos, con la mejor actitud, a convertir el salón de casa en un aula permanente y pasar el aislamiento imbuidos en un bucle de horas interminables de estudio, tareas, trabajos y entregas de materias.
Por otro lado, nuestro sector fue el primero en sufrir las consecuencias del COVID. Con las dos olas de contagios y el cierre de toda actividad, fui consciente que tenía que reinventarme.
Pero no todo ha sido estresante.
Mi preciosa perrita Lucy ha sido mi esparcimiento. Nuestros paseos eran totalmente distintos a los habituales. Se acabaron las horas matutinas por la playa. Ahora los paseos se hacían cerca de casa y en cortos periodos de tiempo pero nos permitían a las dos, respirar el aire marinero de este mediterráneo y disfrutar de las calles vacías de coches.
He disfrutado la primavera en mi terraza y he podido cuidar las plantas y verlas florecer.
Todas las semanas la familia se juntaba alrededor de la webcam para mantener nuestras tradiciones.
Incluso mi pez, hoy es más feliz en su nueva pecera. Tres veces más grande que la anterior, ha comenzado a revoletear como un pájaro submarino. Y yo disfruto cuidando de algo tan insignificante y que me transmite tanta vida.
Me he puesto las pilas con el inglés y me afano en aprender y memorizar todo lo que me mandan, aunque debo confesaros que me está costando mucho.
Incluso acudo a un curso presencial en mi localidad con mascarilla incluída e intercambio con mi vecina inglesa conversaciones en “espaninglish” y meriendas que no necesitan de traducción simultánea. Así que, no sé si conseguiré mejorar mi nivel de inglés, pero sí he ampliado mis contactos sociales.
Paseando por este año, veo “un antes” en una orilla y “un después” en la otra y yo, cruzando un océano inmenso, de un lado al otro.
Uno de estos márgenes, es en el que he habitado durante mucho tiempo, con mis rutinas preestablecidas, horarios laborales y escolares, días libres y paseos con mi perra, reuniones con la familia, abrazos, salidas con amigos y muchas risas. Una vida sencilla.
Ahora estoy llegando a la otra orilla. Mis encuentros y rutinas parecen iguales pero en este margen me estoy reinventando. Tengo una nueva ilusión y siento que estoy comenzando algo. La confianza en mí aumenta y vislumbro una ventana abierta a muchas posibilidades.
Mientras alcanzo la otra playa, los miedos se van ahogando en el fondo del océano y, tímidamente, resurge la mujer emprendedora y capaz de crear.
“Fiorella cositas ricas” es una realidad que poco a poco, comienza a caminar con la complicidad de mi hermana Antonella. Con ella, recupero valentía y muchas ganas de que este proyecto salga adelante. Pero sin agobios continúo con mi vida apacible y sencilla, con la gente a la que quiero y necesito y con nuevas rutinas.
Mi deseo en este final de 2020 es que, el día que me llamen para reincorporarme a mi puesto de trabajo, pueda responder: “ Mil gracias por todo lo aprendido y por contar de nuevo conmigo, pero mi negocio me lleva todas las horas del día”.
Me encantaría que esto sucediera y estoy trabajando duro para ello. Ya veremos que me depara el futuro. Yo rezo a Dios todos los días, me esfuerzo y trabajo con perseverancia y fe. Y creo, que este camino que he emprendido, tendrá un final feliz.
Dios coloca nuestra estrella con renglones torcidos. Nunca hubiera tomado esta decisión si no fuera por este confinamiento y un cese de actividad laboral.
Para mí, esta navidad llega cargada de cajas con aromas a mantequilla, chocolate, vainilla, a limón y alfajores de mi tierra natal. Es sorpresa y apoyo, en forma de tartas y cakes o galletas de toda la gente cercana que confían en mis manos de repostera.
Y en este paseo siento una gran nostalgia por aquella familia que he dejado en Argentina y con la que no puedo compartir tanta vida como quisiera, pero también emoción por reencontrarme con gente que hace mucho no hablaba.
Así que, como veis, esta situación me ha traído muchas más cosas positivas que negativas.
Y cuando me invade la tristeza por la situación actual, no puedo más que dar las gracias por esa carcajada que mi hijo me provoca bastante a menudo, casi con la misma frecuencia que me saca de mis casillas. Porque todos los míos están sanos y a salvo y por la gente buena que me ha acompañado en este camino por el 2020.
Estoy muy llena de pensamientos positivos. Mis ganas de querer salir adelante, me dan la energía necesaria para continuar con este nuevo e ilusionante proyecto.
En este caminar hay pocos o ningún pensamiento negativo. Quizá los políticos que nos gobiernan como un pollo sin cabeza, tomando decisiones que afectan a la vida de tantos…
Pero inmediatamente expulso de mi cabeza estos pensamientos y me centro en las personas anónimas y trabajadoras de buen corazón.
Confío en que, la ayuda desinteresada de unos y otros, será lo que nos saque de esta debacle en la que nos han metido. Y os lo cuento sin decepción alguna ya que cuando no confías en un proyecto, no puedes desengañarte de los resultados.
Yo, que nunca he dejado de trabajar, creo que ser constante y emprender algo que te apasiona es el único camino para conseguir ser feliz.
Yo estoy en el intento. Estas navidades serán distintas e inolvidables porque tengo muchos encargos que entregar y aunque, esta vez tendré poco tiempo para dedicar a la cocina familiar, las voy a vivir tranquila, en mi hogar.
Me encanta despertar en casa la mañana de Navidad, disfrutar de ese momento especial con sosiego en mi corazón.
Así que, a ti, que sueñas con vivir de lo que más te gusta, despierta y emprende. Más vale tarde que nunca. No hay edad, ni excusas para buscar la felicidad.
Saborear todos los momentos posibles con aquellos imprescindibles en vuestras vidas, aunque sea virtual. Empacharos de amor y muchas sonrisas porque, este año, más que nunca, vamos a celebrar que la vida es maravillosa.
Mientras tanto, estoy elaborando mi bizcocho de la felicidad, en cuanto lo tenga a punto, comparto la receta.
Os deseo a todos unas navidades en paz y armonía.
Este ultimo paseo viene muy bien acompañado del delicioso CAKE NAVIDEÑO DE CHOCOLATE de Fiorella y sus cositas ricas, que podéis encargar para disfrutar estas fiestas. Un acierto, seguro.
Puedes encontrar todas sus recetas publicadas hasta el momento en su sección “Las cositas ricas de Fiorella”