Por: Lola Carrasco. Valdepeñas
El regreso de las cigüeñas me devuelve tu despedida,
y sigo atrapada en tus abrazos de menta y tabaco.
Paseo de tu mano y a horcajadas si me llevas a dormir.
Por la mañana te veo frente al espejo de tu habitación, en unos movimientos graciosos e imposibles que llamabas gimnasia, y en los elegantes de aquellos tangos milongueros que me quedaron pendientes.
Observo toda la parafernalia de tus afeitados, siempre a brocha, mientras esperaba mi turno para el baño, y en noches de exámenes resolviendo mis dudas semánticas e históricas, con tu vaso de leche con galletas.
Vamos juntos hasta el autobús que me llevaba cada domingo a mi primer destino laboral; siempre me acompañaste.
A veces te oigo llamarme “Lolilla”, como a mamá en tus poemas, y como claramente escuché un instante después de marcharte hacia el misterio.
Me regresáis enlazados en un tango de Gardel; Volver, como vuelven las cigüeñas.
Os imagino allá arriba, a la grupa de las cigüeñas, siguiendo el paso al son de estos tangos.
¡VA POR VOSOTROS!
Las palabras, si se escriben al son de una emoción, son capaces de esconder tanta vida, tanto amor, tanta familia. También las recetas, si se elaboran como esa misma armonía, pueden despertar mucho más que apetito.
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Precioso!!