LA CALMA EN EL CENTRO DE LA TORMENTA

Nunca supe organizar mi vida y menos mi futuro. Creí que la edad adulta quedaba más allá del horizonte. El tiempo corría sin prisa y tiempo habría para tomar responsabilidades.

Comenzaba el día sin mucha motivación, iba a la facultad con poca ilusión. Quedaba el fin de semana con los amigos y vuelta al lunes. Una vida lineal, con tan pocos problemas como proyectos.

Recuerdo los paréntesis entre mis lecturas favoritas y el cine de los viernes noche, como las pocas cosas que emprendía con entusiamo en aquellos días, lo único que programaba con verdadero celo. Leía las críticas, disfrutaba los teaser y catalogaba tres o cuatro películas interesantes que disfrutaba con emoción a lo largo del mes. Los libros me inspiraban y me alentaban a escribir.

Fueran buenas o malas historias, me sentía bien inventándolas. Aceptables o bodríos eran las películas que me inspiraban.

Al resto de cosas importantes en mi vida, nunca les puse ese mismo ahínco, ni tanta imaginación. Si lo hubiera hecho, probablemente la vida me hubiera regalado otras sonrisas y las oportunidades hubieran pasado menos desapercibidas ante mis narices.

Como decía mi madre:


“A toro pasado es muy fácil leer las señales”

Pero el ayer no se puede cambiar y la realidad es que malgasté mi juventud buscando un propósito y quejándome de mi mala estrella.

Yo soy la definición perfecta de lo que significa vender la leche antes de comprar la vaca y encontrar luego justificaciones en el refranero español: “más vale malo conocido que bueno por conocer”,

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La juventud es un periodo de entusiasmo y diversión. Sin muchos ejemplos de vida con los que identificarme, pasé de gusano a crisálida sin libro de instrucciones y mi transformación se desarrolló con mucho desconcierto y más desorientación. A pesar de dar palos de ciego a diestro y siniestro, salí del cascarón y me convertí en madre primero y en adulta después. Jugué mucho, imaginé más y resulta que, con esta inusual combinación, mis hijos crecieron y yo con ellos.

Utilizando otro refranero, esta vez de mi abuela: “ Donde no hay regla entra ella”, transité un viaje de espinas y rosas y en el camino todos aprendimos a luchar sin ser conscientes de ello.

La vida es una banda sonora con distintas elementos que nos marcan el inicio, nudo y desenlace de nuestras distintas percepciones. En cada una de esas partes hay que saber escuchar, seguir la historia, no perder el hilo, atar cabos, siempre atentos a los cambios que en ella se van produciendo.

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RAMAS SOBRE CIELO Y MAR

He pasado media vida buscando un cómo, dónde y porqué. Ninguna otra elección me hubiera conducido a ningún otro lugar.

En estos días, he recuperado un trocito de esa partitura de fondo de la que os hablaba. Un escrito de alguien muy especial que me lleva a aceptar mi vida con pleno convencimiento y preguntarme si quizá tuve más determinación de la que imaginaba a priori.

Recupero aquellas tramas, el caos, la desorganización y encuentro la calma en el centro de la tormenta. Esas piezas clave fueron también los silencios, los instantes nimios que aportaron casi toda la carga emocional a mi vida. Los aromas a fogones con mi abuela, las canciones de mi madre y su sonrisa, la mirada cómplice de mi marido, sus “te quiero”, el sueño tranquilo de mis hijos, sus manitas indefensas sobre mi cara, nuestras horas de juegos, disfraces y carcajadas, los paseos, las palomitas y butacas de cine. En cada una de esas nostalgias era toda su esencia mezclada con la mía.

Ellos han continuado el viaje y he descubierto que, dejándome llevar, soy más yo que entonces. Me siento en paz.

La plenitud es compartir su opera prima, mientras vivo activamente la mía. Yo, tan solo los he querido sin saber muy bien cómo, por puro instinto, igual que hicieron conmigo.

Ellos me han traído hasta aquí con sus consejos y su apoyo incondicional. Son la fuerza y la sabiduría que nace en mis entrañas y crece hasta la eternidad.

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La vida es pura imperfección, es echar tanto de menos que, a veces, te cuesta respirar . Y cuando alcanzas ese punto de no retorno, es el momento de soñar.

Respirar hondo, cerrar los ojos y compartir, en las distancias nuestros futuros, tan distantes como cercanos. Cuanto más largo es el trecho, más cerca del corazón.

Sentir con intensidad mi presente, soñar esperanzada con el futuro. Disfrutar de estas rutinas que me ha regalado el universo.

Mi despedida es el escrito que ha inspirado esta entrada y que engloba todas las emociones que han dado lugar a esta reflexión:

 LA OQUEDAD DE SANDRA

FOCO ESCENARIO
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La receta que inspira este escrito: MORCILLO BRASEADO

morcillo braseado
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2 respuestas a “LA CALMA EN EL CENTRO DE LA TORMENTA”

  1. Es precioso comprobar que se puede cambiar y encontrar paz y alegría en las rutinas. Me siento muy feliz de saber que tú estás en ese camino. Gracias a ti, por compartir tu texto y ser parte de la tribu de Historias entre fogones

  2. Miguel Angel Bueno Saiz dice:

    La vida es lo que tiene. Es el tiempo. Pasa y pasa, inexorablemente y no podemos cambiarlo. Lo que podemos cambiar es como vivirla. Yo he aprendido que el pasado pasado está. No va a ser ninguna carga para mi. Sólo de vez en cuando, si miro atras, sonrío por como era y como soy. No puedo cambiar nada, sólo puedo cambiar como quiero vivir, en quien poner mi confianza y mis esperanzas. Este es el mayor regalo que Dios ha hecho conmigo. Y lo puede hacer con todos. Es muy sencillo. Es sólo decir: si quiero y entregarte con todas tus fuerzas, con toda tu alma, con toda tu mente. Así el pasado ya no pesa en tu mochila y partes al nuevo viaje sin peso adicional. Gracias por compartir tu texto…

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