PASEANDO EL 2020 CON MARÍA

María y su libro del alma.

Hoy, desde Australia ( mañana, ¿quién sabe?…)

-Pasitos que cruzan océanos-

Paseando  por este 2020, observo hasta donde me han conducido mis pasos. Pienso en cada recodo de este camino, en cada cambio de dirección y todo me lleva  a este momento.

No es un lugar físico, es una nueva manera de entender y vivir la vida. Y a pesar de que parezca una contradicción, yo no puedo más que agradecer a este confinamiento el nuevo camino que me ha mostrado.

Es cierto que vivir la pandemia  en Australia, (ahí es “ná”),  ha sido muy distinto que pasar esta experiencia en España. Aquí la situación ha estado mucho más controlada y las pérdidas, tantos  materiales como personales han sido mucho menos dramáticas.

Tan solo tuvimos un mes de confinamiento, pero a mí,  me pareció una eternidad.

-Pálpitos que marcan mis huellas-

Me parece muy sorprendente que en el SXXI sea posible paralizar el mundo. Que se puedan cerrar todas las fronteras, es algo que nunca hubiera podido imaginar. Casi igual de sorprendente, a nivel personal, es que, mis ahorros  para mi próximo viaje, hayan  sido  utilizados para pagar mi próxima visa en Australia.

Mis planes eran irme de Australia y he tenido que quedarme sin tener muy claro cuánto tiempo, ni en qué condiciones. Mucha incertidumbre de futuro, ya que según mi tipo de visa,  estaba obligada, a recoger arándanos durante 11 meses,  por lo que tuve que abandonar la ciudad y trasladarme a un pueblo muy pequeño.

Siempre tengo esa curiosidad despierta de conocer nuevos países, soy un alma viajera, incapaz de asentarme por mucho tiempo en un mismo lugar, hasta que el COVID me ha obligado a echar raíces. Al no poder huir, mi energía se ha reorganizado y es algo que yo, por mí misma, nunca hubiera podido hacer.

 Y he descubierto que esta nueva situación personal me ha traído mucha paz y también me he afianzado en la convicción de que, a pesar de estas emociones positivas, mi alma viajera se resiste a vivir esta vida estable por mucho tiempo.

Esta parada obligatoria ha sido fructífera y enriquecedora:

Realicé nuevos cursos online de meditación y espiritualidad,  aprendí a tatuar. He sido agricultora y en la casa tenía un montón de oleos, pinturas, lienzos, así que he pasado mucho tiempo pintando, recuperando esta afición perdida.

Me he dedicado a preparar un montón de recetas que tenía olvidadas y aunque mi mente ha estado en un estado de salud perfecto, mi cuerpo no tanto. Muchas horas cocinando y comiendo mis recetas, con mucho gusto por cierto, se ha transformado en algunos kilos de más.

Soy una negada para la informática, por lo que construir yo solita una página web, ha sido una de mis grandes hazañas. Sin la cantidad de horas libres que he dedicado pacientemente a ello, nunca hubiera sido posible.

Y aunque parece que nada de lo anterior tienen sentido alguno, la verdad es que son cosas que necesitaba hacer. Cada curso era como un pálpito que me llevaba al siguiente y terminarlos, me hacía sentir con más energía, más feliz.

 En este periodo he descubierto los registros akáshicos que han significado un antes y un después en mi percepción del mundo.

El alma comienza a escribir nuestra historia desde antes del nacimiento. Guarda toda esa información en el quinto elemento que compone la realidad llamado AKASHA.  Y esta preparación me ha abierto una puerta espiritual para mejorar la vida de otras personas.

He descubierto que soy un canal de conexión, capaz de  canalizar las respuestas de los maestros que guían nuestras almas.

-El valor de lo insignificante-

Al principio de este año, antes de que todo cambiara, tenía el cuerpo colapsado de comida. Quizá por mi trabajo, que requería muchos esfuerzos, tenía la necesidad de comer mucho y muy pesado y siempre estaba  llena, muy contenida y ahora me doy cuenta que cuando busco la conexión de otra manera, no necesito la comida y mi cuerpo, que ya  no está ocupado todo el tiempo en digerir alimentos, está más ligero para hacer otras cosas.

Sigo caminando y puedo ver la suerte que he tenido. Entre todas las personas con las que podía haberme confinado, he tenido la inmensa suerte de vivir esta situación con mi  novio.  Me ha aportado mucha tranquilidad y serenidad. Con él a mi lado,  no he echado en falta a nadie, ni he sentido frustración, ni angustia. He sentido que estaba donde tenía que estar.  

Y así llego al gran paso que he dado este año, debido al COVID.

¡Me he casado!

Debido a esta situación pandémica, no sabíamos si nos renovarían la VISA. Mi novio y yo tenemos distintas nacionalidades, por lo que, en caso de abandonar Australia, tendríamos que separarnos. Lo único imprescindible era continuar juntos allá donde estuviéramos, por lo que  la solución  era casarnos y no lo pensamos ni un instante.

Puedo decir que no he tenido miedo al virus pero sí a las repercusiones en mi vida.

Y he encontrado el valor inmenso de lo insignificante.

 Antes de esta etapa de aislamiento, mis rutinas no me dejaban espacio para mí, no sabía qué hacer con tanta libertad de movimientos.  Ahora, sin un trabajo al que dedicar la mayoría de las horas y, en este espacio de movimientos absolutamente  restringidos, me he sentido más libre que nunca. Este aislamiento físico ha creado un espacio que no he tenido en la vida. Me ha obligado a moverme hacia dentro, encontrándome conmigo misma.

Finalmente, después de todas estas reflexiones, me he mudado de la casa, a vivir en una tienda de campaña. Durante 5 meses lo tuve que hacer por obligación, porque no tenía otro sitio donde estar.  Ahora es una elección libre. Tengo mi casa pero no duermo dentro de ella. Hoy despierto tranquila, ligera y feliz. Inmersa en la naturaleza, disfruto de los sonidos de la playa y del espectáculo impagable de ver salir el sol.

Mi energía aumenta con la ascensión del sol. Y en su trayectoria hacia el punto más alto del cielo, alcanzo un equilibrio perfecto cuya culminación coincide con el sol situado en su cenit.

Con este nuevo ritmo calmado, llego a muchas más cosas al final del día. Estas nuevas rutinas me han llevado de elefante pesado corriendo, a gato libre paseando, y desde ese ritmo es más fácil que todo vaya hacia adelante.

-Desde mis adentros-

En ningún momento he sentido sufrimiento o angustia. Me dediqué a descubrirme. Y esta emoción ha sido tan intensa que aunque intentara obstaculizarme a mí misma, había creado un espacio espiritual tan potente que no había manera de romperlo. Me he sentido genial.

 Es el momento de echar la vista atrás y recoger la cosecha. El año pasado, mientras el exterior  cambiaba con mis viajes y rutinas, intentaba mantener una estabilidad interior. Este 2020  ha sido  al revés;  afuera todo estaba quieto y ha sido mi interior el que ha cambiado.

 La pandemia cierra la actividad de  la hostelería y con él mi  medio de vida. Todo me conduce a un nuevo comienzo. Ahora siento  que este es mi camino. Un viaje conciliador que libera todo mi interior para reconducirme por una nueva faceta, mucho más útil para mí y para los demás.

Me siento como un sol tranquilo y poderoso que cierra sus ojos porque se observa a sí mismo. Quizá me atreva a tatuarme en la piel esta sensación para que nunca olvide lo que este año único ha significado para el resto de mi vida.

Mi mensaje navideño es de optimismo y prosperidad. Si haces algo que te hace feliz, el universo te ayuda, porque esa felicidad repercute en tu entorno y en su equilibrio natural.

El universo me ha dado una nueva oportunidad, me ha puesto en el camino, me ha mostrado las herramientas, los medios, el tiempo y la inspiración para abrir una nueva vía relacionada con el arte y la espiritualidad  y en mis manos está aprovechar este tesoro.

Respiro hondo, sonrío y con esta fuerza interior que me transforma, os deseo un año de cambios poderosos.

¡Feliz Navidad!

niña y estrellas

Este viaje despertó sabores muy especiales: CANELONES DE ESPINACAS Y MOZARELLA

CANELONES ESPINACAS Y MOZARELLA

Puedes acceder a todas las entradas de María publicadas hasta el momento en Historias entre Fogones:

Deja una respuesta