Comparto, hoy, el último párrafo de un pequeño relato, una entrada y un maravilloso pensamiento de Miqui Otero con el que me identifico absolutamente:
“Buscad arrecifes y cosas que brillen. Nadad con otros peces que conozcan nuevas rutas, atentos a la música eléctrica de las focas y a las crestas de las olas, y a las resacas y a los rayos de sol y a todas las estrellas. Nadad más y más. Practicad un poco más. Practicad en aguas dulces. Dentro de un tiempo, os echo una carrera.”
Miqui Otero finaliza, donde yo comienzo.
Porque en éstas me ando o, mejor dicho, me nado. Buceando sin agallas y a pulmón abierto.
Unas veces encuentro acompañantes que me enseñan el camino, otras me dejo llevar por las mareas y los aromas que me acercan a las brisas marinas. Pero siempre busco personas que brillen, que iluminen mi estela. Y me encanta seguir el camino que deja la luna llena reflejándose en el mar. Cierro los ojos y mi alma respira hondo y percibe todo lo que la vida me regala cada día. Escucho el graznar de las gaviotas y el chapoteo de los cachalotes cuando extienden sus enormes extremidades alejándose, hacia esas rutas, en busca de sus arrecifes secretos.
Practico cada día, no dejo de soñar, ni de escalar a las crestas de esas olas. No soy Nemo, ni capitán de nada, ni de nadie, no tengo barco, ni brújula. Y es que me defiendo mejor nadando contra corriente y me preparo para la carrera, para lo que está por llegar. Este es mi mayor triunfo, seguir avanzando, a pesar de todo.
Hoy, nado en mis fogones, en mis historias. Mañana, quién sabe.
Pero estoy segura que, luchando contra mis miedos, continuaré tirándome de cabeza al agua. Y, aunque mis indecisiones sobre lo humano y lo divino, me obliguen volver a la orilla, no me rendiré y comenzaré de nuevo hasta el día en el que vislumbre mi horizonte.
Así es mi vida y es de esta manera, porque yo quiero que así sea. No sé muy bien la causa. Quizá, porque crecí, riendo a carcajadas y reí en exceso, para el resto de mi vida.
Pero continúo encontrando profundidades donde buscar arrecifes. A pesar de todo, las superficies se las dejo a los que entran en el mar de a poquitos, para que no les entre agua en los oídos. Total, para lo que hay que oír.
Será porque, desde niña, aprendí por pura intuición. Aprendí a bucear antes que a nadar. Me enseñaron a soñar. Y, de entonces, os voy a confesar que, aún sabiendo que la bronca estaba asegurada y el castigo también, robar a la abuela el picadillo más glorioso que preparaba para sus croquetas, era un acto irresistible. Los restos del cocido eran como la fruta prohibida en mi boca infantil. Un puñado clandestino de pollo, jamón, tocino fresco,carne y verduras, perfectamente amasadas, picadas y preparadas para la masa de croquetas de la abuela, eran como tocar el cielo, gloria bendita. ¿Quién se resiste a algo así?
La vida se construye con todo tipo de recuerdos. Todos ellos nos acercan a lo que somos, cómo vivimos y qué priorizamos. Los recuerdos nos definen, aunque no queramos.
En la vida, si se nada contracorriente, sin buscar ningún futuro, practicando cada día, atentos, como nos dice Miqui, a las resacas, a los rayos de sol y a todas las estrellas que iluminan nuestros universos, más tarde que pronto, reconoceremos esas pequeñas cosas, las que más brillan, las que no se compran, ni se venden, tan sólo se disfrutan.
Así que, tras esta reflexión, os digo, no perdáis la concentración, permaneced atentos, atrapad la luz y por favor, transformad vuestras vidas. Sólo vosotros tenéis el poder de hacerlo.
Si sientes curiosidad por saber más de Miqui Otero, aquí te dejo su página oficial.
Si tienes curiosidad por conocer la media naranja en forma de receta que acompaña a mi historia: CROQUETAS de casa
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