Hoy, he despertado con reflexiones que, realmente , no son más que mis percepciones...
Así que tampoco me hagáis mucho caso…
Hemos conmemorado el día de la mujer 2020 y como en el 2019, hemos gritado a pleno pulmón las injusticias y desigualdades que sufrimos las mujeres en un mundo de hombres. Y hay mucha lucha por delante, derechos que asentar pero tenemos preparación, coraje y las herramientas necesarias para hacernos oir. Y por tener, hasta tenemos nuestro día mundial de la mujer, para más inri, ahora ya somos ciudadanas y no ciudadanos.
Yo me identifico mucho más con la denominación de Persona, un solo género gramatical, un sustantivo epiceno que se refiere indistintamente a hombre y mujer.
Creo imprescindible marcar referentes a los que seguir, crear una cadena imparable que se traslade a todos los días del año.
La libertad es pensar distinto y ser respetada. Mantenerse firme en esta lucha es la victoria que cambiará el mundo. Conseguir este equilibrio no tiene colores y yo me atrevería a decir que tampoco tiene sexo.
Si queremos acabar con un patriarcado histórico los necesitamos a ellos.
Una fuerza lo suficientemente sensible para acabar con las diferencias y tan potente como para eliminan cualquier etiqueta que nos enfrenten,
Y este nuevo pensamiento no se puede conseguir si no proclamamos todos juntos la imparcialidad de nuestras destinos. Como Fuenteovejuna, todos a una.
Somos partes unos de otros, en cualquier aspecto de la vida. Me niego a posicionarme ideologicamente con cada pensamiento o reflexión.
Superar las diferencias de mujeres y hombres no es portar una pancarta una vez al año. Y ser mujer no es un hecho monolítico con un grito único y un sola manera de pensar, sino que hay tantas como formas de sentir. Somos protagonistas de nuestras vidas y afrontamos a título individual y con responsabilidad nuestra lucha como parte activa de nuestra condición humana.
¡Cuánta sinrazón!
La reivindicación debería ser una marcha uniforme de hombres y mujeres anónimos, una movilización que dejara al margen a dirigentes políticos portando sus siglas y sus banderas de libertad.
Pero desgraciadamente todos aprovechan los aires de libertad para proclamar sus liderazgos.
En este día de la igualdad, levanto mi voz para aquellas mujeres que luchan cada día bajo la perspectiva más inhumana y salvaje.
El adversario más letal es el medio en el que sobreviven millones de mujeres. Ellas no saben de derechos, ni siquiera de obligaciones. Sencillamente subsisten como pueden. Permanecen vivas un día más, sometidas desde niñas, sin infancia. A las que ultrajan y lapidan. Son propiedad de alguien, negocio de mafias. Son religiones que las imbuyen, costumbres que las mutilan, hombres que las ultrajan. Son hijos que entierran, agua que cargan, lágrimas que esconden, educación que no tienen. Son niñas sin infancia.
Ellas necesitan apoyo todos los días del año. Necesitan esperanza, ayuda, herramientas para vivir y educación para luchar. Compartiendo con ellas un trozo de la vida que desperdicio y otro pedazo de la rutina que rechazo, sus vidas serían menos salvajes.
Siento que no conocen su verdadera entereza. Levantarse cada mañana para trabajar áridos campos. Como su porvenir. Parir hijos para enterrarlos en ese mundo de miseria y desesperación. Sin horizonte.
Así que hoy, como mujer, no puedo dejar de preguntarme ¿por qué no he nacido entre aquellas que por tener, ni sueños tienen?
Yo, que tengo la abundancia del cariño y la amistad, la prebenda de reír y disfrutar siendo madre, esposa, amiga, hija, no puedo ni debo olvidar que, mientras aquí, nosotras celebramos, ellas, luchan allí la supervivencia de su prole.
Y parece que ondear banderas, portar estandartes, denunciar abusos o privilegios durante unas horas de un día concreto es muy feminista, la causa más justa de todas. Yo no estoy tan segura. Es otra forma de darnos voz, pero no la única.
Organizaciones humanitarias, como BRAC o ACUMEN FOUND, consideradas las principales entidades no gubernamentales del mundo, ratifican que estas causas de un día, no son más que palabras, sin la acción silenciosa y constante, nada cambia.
Me gustaría pensar que ellas son más que una fotografía en papel cuché, estadísticas o una excusa para enfrentar colores y voces.
Somos de acciones puntuales y de mucha visibilidad rápida. Nos convertimos en una ola imparable, por un día. Como decía mi abuela: “Mucho ruido y pocas nueces“.
Pero también decía que hasta el acto más pequeño puede cambiar vidas.
Me pregunto si cada una de los millones de nosotras que ayer tomamos las calles en todos los rincones del mundo, hiciéramos mucho más que gritar el día después y el siguiente, quizá existiría un tiempo, no muy lejano, en el que no haría falta que las mujeres tuvieran un día mundial.
Dejemos de utilizar las adversidades de los más desprotegidos y ayudemos a mejorar sus vidas.
Entonces, Sí seríamos una sola voz.
Pero como os decía al principio, no me hagáis mucho caso porque toda esta reflexión, no son más que mis percepciones.
En este tipo de entradas con tanta carga emocional, parece difícil retomar una realidad que inspire alguna receta. Pero podemos dar ejemplo con lo que elaboramos y aprovechamos en nuestros fogones. Sencillo, fácil, económico y al alcance de cualquiera: SOPAS DE AJO
Así es Marisa. Todos sumamos y cualquier acto, por pequeño que sea, es un gran paso. Y cada una lo hacemos como sabemos o podemos. Como dices, lento pero sin pararnos por el camino.
Creo que muchas mujeres seguimos luchando todos los días_hay muchas formas de hacerlo_ y muchas sin las que continúan activas para que sigamos en pie y avanzando, ¡lento pero adelante!