EN LOS POROS DE LA PIEL

I

Todas las acciones, sentimientos, actitudes se revolvían en su contra. De madres a hijas, de generación en generación, los errores se repetían como rutinas.

Lo llevaba impreso en sus genes, incluso viviendo otros presentes. Será que el pasado nunca olvida y exige el pago de la deuda.

Otros clanes compartían rasgos; altos o morenos, con los pies planos o el abultado pliegue del mentón . Ellos llevaban en su sangre el rechazo a la progenitora, la negación de una maternidad a la siguiente. Parecía una actitud sin continuidad en el tiempo, una mala suerte que les acompañaba de abuelas a nietas pero era algo mucho más profundo.

Y a pesar de la certeza casi absoluta, de no poder luchar contra la sangre de los ancestros que recorrían sus venas, ella continuaba esperando un pequeño rayo iluminando su oscuridad.

II

Tenía 15 años y no recuerda el motivo, tan solo ese sentimiento de rechazo, un odio visceral que la obligaba a alejarse de su madre , sin remordimientos, sin mirar atrás. Era una transformación física que desprendían los poros de su piel. Como expulsa el organismo todo los deshechos, así emanaba dentro de su ser el sentimiento de no aceptación.

Lara no creyó en esta herencia genética. Pensaba que eran supersticiones incoherentes de madres y abuelas. Más bien parecía un patrón que se repetía tomando las mismas decisiones ante los mismos problemas. Había que observar la pauta, tomar otras determinaciones y cambiar la historia.

III

Se prometió, cuando llegara el momento, crear unos nexos de unión inquebrantables con su hija. Y no rompió su promesa. Nació su preciosa Noa y su bienestar fue una constante desde siempre.

“ A mí nunca me va a suceder, amo a Noa con todo el alma y ella me adora. No hay nada ni nadie, no existe maldición, ni ADN que rompa este vínculo”.

Pero ahora sabía, que no podía ser alguien distinto. La edad , “la niña bonita” era el desencadenante de la maldición. Lo llevaban tan incrustado en cada milímetro de su piel que no podía escupirlo, tan solo camuflarlo durante un periodo.

Desear con todas tus fuerzas es muy distinto a que ocurra realmente. A pesar de los intentos por cambiar la premonición, de no repetir las mismas pautas que habían sucedido en el pasado, era una condenación innata desde el nacimiento del clan.

En el momento indicado, algo se rompía por dentro y ya nada podía recomponerlo. Rememoraba sus recuerdos dolorosos, sus actitudes, las que conformaron el instante en el que Lara comenzó a odiar sin motivo a aquella mujer que una vez llamo mamá y quiso con locura.

Su madre intentó advertirla: “El odio se hereda como los genes cancerígenos y permanecen dormidos hasta que se activan. Aprovechemos el poco tiempo que tenemos para abrazarnos mucho, mi niña, porque no hay milagro en este mundo que pueda alterar lo que va a suceder”. Le pareció una de sus historias sin sentido, para justificar su comportamiento con la abuela, cómo la abandonó a su suerte sin ningún cargo de conciencia.

Ahora, en los ojos de su hija veía la misma expresión distante reflejada en su alma. El desapego que cerraba las grietas por donde pudiera colarse la ternura, la compasión o el amor filial y la misma mirada de animadversión que ella, a su edad, dirigía a su madre.

IV

La naturaleza no es compasiva. La pared opaca y fría se revuelve para convertirse en boomerang y devolver exactamente lo mismo. Ahora la hija se convierte en madre y el amor inmenso no traspasa los cimientos. Amor incondicional no correspondido, amor perdido en ese infinito, ternura despedazada con palabras que descarnan el alma. Y el silencio atronador que se viste de rechazo, ese que Lara tan bien conoce.

Su madre se equivocaba en algo. Había una manera de parar esta condenación.

Si Noa no tuviera descendencia, no existiría hija que odiara a la madre, ni ésta tendría que luchar, impotente, para cambiar un futuro inalterable.

células humanas

V

Esta hija y esta madre , ya perdidas para siempre, serían las últimas.

Con Lara y Noa se extinguiría el clan.

Las súplicas de su hija cuando ingresaba en la clínica le retumbarían en su cabeza como una bomba atronadora el resto de sus días. Era un niña adolescente y no podía comprender el alcance de esta decisión. El mal habitaba en su ADN y tenía que tomar medidas desesperadas para que pudiera atesorar un futuro en paz y armonía.

Para ello, tenía que condenarla a un vientre vacío de emociones. Nunca escucharía el pálpito de una vida creciendo en su interior. Se acabaron para siempre las futuras generaciones . En esa mesa de operaciones se extirpaba la maldición de su clan.

mujer desesperada
cenefa hojas

VI

Hoy, concluye su historia. Escribe la última línea y el punto y final del libro, coincidiendo con su primera década encerrada en aquella celda que para ella, ha significado su liberación y la de Noa, aunque ella nunca lo sepa.

Fue condenada a 40 años de privación de libertad por organizar, en una clínica ilegal, una histerectomía total a su hija de 17 años de edad.

Lara levanta la vista hacia las paredes ocre de su celda, empapeladas con recortes de noticias de su Noa. El juicio fue televisado y llenó muchas horas de portadas y diarios en todo el país y la niña se convirtió en un estandarte. Noa se hizo mujer y tras infinitas terapias y psicólogos, superó la tragedia y pudo rehacer su vida. Hoy, continúa siendo noticia. Tiene una fundación en la que acoge a niños abandonados que han sufrido abusos, pérdidas, rechazos y, con ellos , llena su vida de esperanzas y de familia.

Pero la fotografía que ocupa el centro de sus paredes, es la de una Noa bellísima, vestida de novia. Observa el amor, la felicidad que emana aquella imagen y sabe que su hija nunca estará sola.

novios

Ella espera cada mañana a que alguna de las cartas que envía a Noa, lleguen a su destino pero siempre son devueltas con el sello de “dirección desconocida”. Es consciente que su hija, afortunadamente, nunca entenderá los motivos del odio visceral que siente hacia su madre.

ADN material genético

VII

El facultativo, al frente del “sanatorio psiquiátrico” prueba nuevos fármacos, terapias que devuelvan a Lara a la realidad.

Pero la madre, en todas su sesiones diarias, no siente arrepentimiento alguno. Hizo lo que tenía que hacer, orgullosa por romper la maldición de su clan, nunca amará a nadie con más fuerza que a aquella niña a la que exterminó el germen del odio.

El psiquiatra no pierde la esperanza. Días, semanas, años, continúa trabajando con la paciente. Se lo ha tomado como un reto personal.

En sus notas diarias duda: ” Ella sigue férrea después de tanta terapia. Es posible que Lara deba vivir con este convencimiento, quizá estas paredes y su realidad sean la única forma de encontrar la paz. 

Continúa sin querer reunirse con la única persona que la visita, su madre. Aun sabiendo que nunca consentirá en verla, la anciana aparece, puntual, los días 15 de cada mes desde el ingreso de Lara,  con la misma tenacidad  que su hija.

A la vista de estos acontecimientos, me pregunto si hay decisiones muy cuerdas a situaciones de locos y si existen maldiciones que te acompañan toda la vida “…

cenefa hojas

Este relato lleva una receta con sabores muy diversos: POLLO AGRIDULCE

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Una respuesta a “EN LOS POROS DE LA PIEL”

  1. Impactante y muy intenso.

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