I. EL BÚHO DE LA SONRISA.
El búho abrió la ventana sintiendo la calidez de los primeros rayos de la primavera.
Era esa clase de primavera que pregona la cordialidad, la que pinta margaritas y tiñe de luz los campos verdes. La que te roba una sonrisa. Saludó a los pájaros, se miró en el estanque y, satisfecho del reflejo, extendió sus dos magníficas alas mientras planeaba sobre las nubes, disfrutando de su vida.
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Ella, a pesar de tanto, sentía esa misma sensación. El aliento de aire fresco, la bocanada de euforia, el instante de positividad conseguían dibujar una amplia sonrisa en sus labios.
El día que abrió la ventana y respiró felicidad, entendió que las puertas hay que sellarlas con candados de olvido y, para siempre, mantenerlas cerradas.
Arropada bajo sus níveas alas, asumió sus errores, disfrutó de las personas que se cruzaban en su camino, tal y como eran. Unas más buenas otras menos malas, algunas se entrecruzaban un ratito pequeño y otras amenazaban con permanecer mucho más tiempo. De todas se enriquecería por dentro, experimentando emociones infinitas pero efímeras.
Alzó la vista hacia el cielo para encontrase con los ojos sonrientes y exorbitantes del ave que, como una guía, inspiraba sus pasos. Ahora tenía un futuro que perseguir. Y en esta travesía aprendería a ser fiel a su estilo, a sus lealtades y sobre todo, a su forma de ser y de vivir.
II. TAN SOLO UN CAMINAR…
Dicen que el paraíso es como las cebras sin rayas, nunca conseguirás ver ninguna.
Yo creo que el paraíso no es un lugar, por eso no se encuentra.
No es el final de nada sino la consecución del esfuerzo. Es la sensación de conseguir metas, de cerrar pasados que te paralizan, de romper candados con los dientes y abrir las puertas correctas donde encontrar ángeles de carne y hueso que ayudan a elevarse al siguiente nivel.
El paraíso no se ve, ni se toca. Se siente y se vive. Es una forma de pensar, de existir, llorar, reír o gritar, unas veces de impotencia, otras de alegría.
Encontrar el paraíso es tarea ardua. Hay demasiados sucedáneos que te desvían del camino. Muchos y variados cielos de paja que arden hasta desvanecerse.
Por eso, sin dejar de creer, hay que esquivar la cruda realidad para desprenderse de la hojarasca y reconocer las señales. Y es éste el momento más complicado. Hacer oídos sordos a los cantos de sirenas y escuchar la intuición en sus distintas formas. Apariencias tan fugaces que, casi siempre, pasan inadvertidas para la mayoría de los mortales.
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Él no desaprovechó la oportunidad y abrió su corazón. Se dejó ayudar y, por primera vez, se dejó querer. A pesar de las penalidades, traspasó las barreras.
Llevaba una mochila llena de señales, con mucho espacio para acumular más conocimiento, amor, esperanza. Hasta que rebosara de emoción, le quedaba mucho por vivir.
Tenía mucho que agradecer a cada una de esas almas que le abrieron la puerta para sentir el paraíso mucho más cerca.
Todos ellos formarán parte de su camino y, pase lo que pase, caminarán con él.
Cada vez que este humilde buscador de paraísos encuentre unos ojos penetrantes, recordará a esas personas que le enseñaron a reconocer su esencia, regalando imaginación y creatividad.
En ese instante, descubrió que ésto era el paraíso, sin salida ni llegada, tan sólo un caminar…
III. DESPERTANDO LOS SUEÑOS
Los sueños no gritan, ni se anuncian a los cuatro vientos. Los de verdad, son más bien arrullos. Pequeños e inconstantes ecos que acompañan a la brisa y a los que hay que escuchar con atención.
Los susurros nos inspiran, nos conducen por encima de las mareas y nos previenen del fracaso que precede a la grandeza.
Se encuentran en las monotonías más cercanas, en pensamientos sencillos y adentrándose en lo desconocido, descubrimos lugares asombrosos.
Poco a poco los murmullos toman forma, adquieren confianza. Musitan cada vez menos y, por fin, se dejan oír.
Al escuchar desde el corazón, se puede intuir el alma. En ese instante, esparces tu conciencia a ese lugar que traspasa el mañana.
Y comprendes el porqué de cada miseria, la razón que te ha llevado hasta aquí. Lo que parece transcendental no es más que una distracción.
Aquellos que leen en las luces de las estrellas, reconocen los intangibles y alcanzan la verdad inalienable.
Ellos son los espíritus destinados a sentirse, a reencontrarse con distintas apariencias, en infinitos cielos, planeando a nivel del mar o buscando paraísos.
La receta que inspira esta historia rememora instantes entrañables y cariños. PASTA CON BRÓCOLI Y SALMÓN