LA ESTRELLA Y LA PASTORA.

Un cuento de esperanza

Esta mañana amaneció fría. Parece que este maldito invierno es para siempre. Mama dice que los días comienzan a ser más largos y significa que el sol calentará un poquito más cada día y ella casi nunca se equivoca.

Hoy he zurcido mis calcetines gordos de lana. Lo he hecho, como me enseñó la abuela, cuidando cada puntada para disimular el agujero. Y la verdad, que la abuela me sonreirá desde arriba porque ni yo soy capaz de encontrar el zurcido. Como ella me decía:” un vacío cosido con esmero, arregla los rotos de la vida”. Estoy contenta con el resultado y mis pies estarán calentitos durante todo el día en la pradera.

Mi crónica en el prado:

Lucecita se ha perdido. Ya no sé dónde más buscar. Estaba segura que la encontraría en el valle de las margaritas o en la grieta de la cascada llena de hierbaluisa. Es tan golosa que probablemente estaría saboreando sus plantas favoritas…

Incluso me adentré en la pradera de los caracoles, por si se hubiera despistado siguiendo a esas mariposas que siempre busca con tanta devoción. Tampoco estaba allí.

De vuelta con el rebaño, el sol ya está muy bajo y el aire se enrarece. Trae oscuridad. Las primeras gotas de escarcha sobre la hierba, advierten, que esta noche será tan gélida como la anterior. Tengo que llevar el resto del rebaño a casa, pero no me voy marchar sin Lucecita. No resistirá sola una noche de heladas, desamparada, hambrienta y a expensas de los lobos. Ella no se rendiría y yo no voy a abandonarle a su suerte. Continuaré llamándole, gritaré hasta que escuche sus balidos.

No nos rendimos:

La densa niebla se extiende poco a poco hasta envolverlo todo. Sin darme cuenta se ha hecho noche cerrada. Me he resguardado en el pinar del valle. Entre mis ovejitas me encuentro segura. Su instinto de protección me recuerda a mamá, estamos todas achuchadas y calentitas alrededor de la hoguera. Pero no así mi ovejita más pequeña. El rebaño mantiene un silencio tenso, pendientes de cualquier peligro, fieles a su compañera más indefensa… ¿Dónde estará?

bebe ovejita

Llenando de luz toda la oscuridad:

El cansancio me ha vencido y me he quedado dormida entre el calor de mis ovejitas. De repente me he despertado una intensa claridad colándose entre las ramas de los abetos. ¿Ya ha amanecido?

No hay duda que es noche cerrada.

La hoguera avivada y el calor de mis animales no son la causa de este ambiente tan cálido. Es como si los rayos de un sol que no ha salido, ayudaran al deshielo.

Debe ser esa única estrella que parece posada sobre nuestras cabeza. Ilumina todo el cielo, llenando de luz toda la oscuridad y sus estelas se extienden como rabos de lagartija hasta el pico más alto de la montaña.

El valle está iluminado como un día de primavera.

Ahora veo con total nitidez las amapolas abiertas sobre la pradera y las plantas colgantes de romero y tomillo que limitan la caída del río por la roca del acantilado.

Y ¡Qué alegría! en un pequeño saliente de la montaña, ahí está mi pequeña ovejita perdida. Duerme resguardada entre las plantas aromáticas.

He deseado con todas mis fuerzas que llegara este momento. Con la misma intensidad que ahora pido a esta estrella que no me abandone hasta llegar a ella. “Espérame, Lucecita, ya voy”.

Mi búsqueda incansable:

El rebaño está tranquilo. Mis ovejas han entrado en un sueño muy profundo y reparador donde nada ni nadie les asusta. Esta extraña circunstancia me dará el tiempo suficiente para recoger a mi pequeña y devolverla al rebaño. Solo tengo que tener fe en que nada malo nos va a suceder, creer en esta luz que ilumina mi esperanza.

Camino lo más deprisa que puedo. Unas veces corro, otras escarpo los riscos, pero mantengo el ritmo, siempre con el sobresalto de que la oscuridad se haga de nuevo con la misma rapidez que se hizo la luz.

“Ilumíname estrellita, ayúdame a llegar, no me abandones ahora….” Susurro la misma retahíla a cada paso, como si fuera un ojo que todo lo ve y lo comprende.

Mi lucha por sobrevivir:

Los oigo cada vez más cerca. Son aullidos de lobos persiguiendo a su presa. Tengo que sobreponerme al miedo de esta noche y concentrarme en mi objetivo.

kobo invierno

Ya llego pequeña, aguanta un poquito más”… me digo.

Solo me separa de ella el camino escarpado que une el acantilado con la catarata. Y es cuando distingo los ojos salvajes y brillantes. Veo el vaho del noctámbulo frío salir de sus hocicos húmedos. Oigo su aliento salvaje.

Y es en ese instante, más vulnerable que nunca, cuando me siento más fuerte. Estoy demasiado cerca para rendirme. Con toda determinación me dispongo a huir, pero no estoy sola.

De repente la estrella parece empoderarse de la noche, se hace más grande. Estoy rodeada de su luz y las estelas de calor se extienden a mi alrededor, parecen latigazos que chamuscan el pelaje de los lobos.

Aúllan, se revelan y yo, aprovecho para correr lo más rápido que puedo hasta llegar al saliente ¡Por fin!

Lucecita me lame, bala, intenta saltar sobre mi pecho y yo siento una ternura y un cariño tan grande que lloro abrazada a su pelaje de peluche.

Lucecita, silencio”- le susurro. “Que no te oigan los lobos

Sanas y a salvo:

Me preparo para un ataque inminente pero solo veo lenguas de fuego a mi alrededor.

No siento miedo, sino protección.

Solo el camino de vuelta se mantiene intacto. Cargo con mi pequeña y, esperanzada, retomo por la senda de vuelta a casa. Veo a los carnívoros tras las llamas, vencidos unos, huyendo otros, impotentes por perder el sustento para sus lobeznos.

La estrella continúa inmarcesible, protegiendo el camino, primero hasta el rebaño, después hasta casa. Allí, se eleva y parece esperar…

estrella

Sanas y a salvo, protegidas de todo mal, descansan mis 12 ovejas en sus pesebres.

Yo, desde mi cama, observo a la estrella que poco a poco pierde su esplendor, se disipa en el firmamento, despidiéndose.

Siento mucho amor y una presión en el corazón, como si un trocito de mi alma se marchara con ella.

La niña cae en un sueño profundo y tranquilo.

“Hasta siempre, mi estrella salvadora”

Aquella noche de enero….

Una comitiva encabezada por tres reyes, sigue la estela de esa misma estrella.

Protegidos y seguros, desde más allá del desierto, se adentran en un pequeño pesebre.

Allí serán testigos de un nacimiento, de una historia de esperanza en un nuevo futuro. Una muestra de que la fe y la bondad obran milagros.

estrella reyes magos

No solo ocurrieron cosas inexplicables a una niña y a unos reyes venidos de Oriente. Esa noche se vivieron otras muchas experiencias misteriosas, mágicas, esperanzadoras, llenas de luz, todas simultáneas y todas con un único mensaje.

El alma valiente convierte en luz la oscuridad.

Es esa esperanza la que mueve el mundo, engrandeciendo a los hombres que en él habitan.

Nada existe más duradero que el amor.
La Pastora y La Estrella

La receta que inspira este cuento es dos recetas con pequeños matices: MI TRADICIONAL ROSCÓN DE REYES

MI ROSCÓN DE REYES DEL AÑO

2 respuestas a “LA ESTRELLA Y LA PASTORA.”

  1. Bella historia Eli, nos traslada a la infancia más tierna, inevitablemente.
    Me ha gustado mucho.

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