Sus ojos , más fríos que el viento helando su cara, deambulan entre la multitud y sus rutinas. Sus manos, entumecidas en sus viejos guantes de lana, añoran el calor del hogar que alguna vez compartió. Los paseantes, zigzagueando por la gran avenida, estrujan sus bolsas doradas, en la que esconden sus historias y pasiones, mientras empujan de un lado a otro, aquel cuerpo vacío de cariño y esperanza .
Mientras se zarandea de transeúnte en transeúnte, le viene a la mente los dichos de antaño, entre olivos y naranjos. En una nebulosa de recuerdos, reconoce palabras sinceras, perdidas en el tiempo, pero que en el zig zag de la ciudad, despiertan sus sentidos. Percibe el olor a azar y al padre que oía sin escuchar: “Recuerda muchacho que no siempre lo que quieres es lo que necesitas. Nunca pierdas el norte. El trabajo sirve para vivir y no la vida para trabajar”.
Pero nunca aprendemos en piel ajena y él, perdió su brújula. Ahora, invisible entre luces de colores y copos de nieve, incrusta el gorro hasta sus orejas, levanta el cuello de su gabán, protegiéndose del granizo gélido y se mimetiza entre los regalos y las prisas de personas con historias que vivir y lugares donde llegar.
No hace tanto, tuvo este mundo a sus pies. Ahora, esparcido por el suelo, observa los naipes de corazones y diamantes de su castillo, sin saber cómo llegaron ahí.
Pero aquí sigue, pisando las mismas baldosas de piedra. Después de todo, jugó, arriesgó, triunfó y se desplomó. Todo ocurrió en esas sinuosas avenidas que un día le ensalzaron y hoy le abandonan a su suerte.
La opacidad de su tristeza destaca sobre escaparates adornados con bolas de cristal y envueltos en conmovedoras melodías. En ese instante, comprende que se reflexiona mejor, respirando el aire que te ha visto nacer, intercambiando sonrisas y saludos, paseando por calles estrechas y reconociendo caras con nombres.
Dicen que se nace con estrella o estrellado.
Pero, ¿Y si no reconoces tu aura?
El joven se ha convertido en hombre. Y aquel de tez brillante, no es ni la sombra de esta piel pajiza . Nunca es tarde para aprender y él ha aprendido la única lección que le reconduce a su verdad.
Un alma alejada de su cielo original, pierde el sentido de la vida y de la muerte y se marchita recordando la caricia de su madre, el aroma de sus galletas de mantequilla, las melodías de sus canciones, la alegría en los ojos de la abuela al volver a casa.
Antepuso los medios a las metas y perdió la luz en el proceso. Ahora se esconde en el infinito que inventó, donde todo era posible, donde podía materializar sus quimeras, ahora inasibles, casi incoloras, sordas, ciegas y mudas .Porque nadie puede aspirar a sus sueños si reniega de sus raíces y de sus gentes. Sin espejo donde mirarse, nunca reconocerá su reflejo. Sin aceptar su propia esencia, las rutinas se convierten en una insensata pasión por llegar a ninguna parte.
Y muerta el alma, ¿Qué le queda? Sentimientos reprimidos entre el pecho y el corazón que no le permiten respirar.
Todavía no lo sabe, pero es el principio de la rebelión del anónimo, del que pasa por la vida desapercibido, como un pasajero más, un número en un carnet de identidad, una cabeza entre tantas otras. Son las primeras pinceladas de la conspiración por la insoportable levedad del ser. Como decía el genio, el inmarcesible conjunto de la nada ,donde la única verdad es ser ignorado.
Le queda la esperanza del que llora sin pena ni gloria y ya nada tiene que perder. Sus manos vacías y su cuerpo destronado, le preparan para reanudar la lucha. Sus pasos han encontrado el final del camino y, sobre ellos gira, para reencontrar una nueva historia.
Hincha sus pulmones de ese aire escaso, casi inapreciable, que comprime, sus ideales y su imaginación. Irremediablemente, percibe el aroma de los naranjos y la brisa marina explosiona en sus pulmones. Sabe donde le conducen sus pasos. Su corazón bombea diferente al percibir un cielo más nítido y el sol cálido y brillante bronceando su piel. Sus pálpitos le confirman que va por buena dirección, hacia su mundo, renovado y carismático.
Dicen que cualquier principio comienza por un final. Y no todos los comienzos son mejores, sencillamente son nuevas oportunidades, caminos que debes elegir.
Y es lo que hicieron sus pies , salir para volver a entrar. Eligieron deslizarse entre arena blanca. Escogieron las emociones sencillas y primitivas de antaño, el tacto suave y cálido de la ternura, reconocieron la fuerza de un deseo, el poder de una oración, el milagro de soñar. Las raíces de sus ancestros, los átomos infinitos de los suyos, le renovaron para siempre. Sus ojos brillaron de nuevo y la piel recuperaba su color. Los tímidos pasos se transformaban en zancadas y éstas, se dirigían hacia los inagotables y minúsculos trozos de esencia, que conformaban su nueva vida.
Y en este nuevo caminar, comienza su renovación. Por fín, sigue los pasos de los que antes que él, vivieron y perduraron . El mundo, sin cabriolas, ni claro oscuros, es más intenso cuanto más sencillo.
La calidez de la arena, deja paso al relente de las olas rompiendo en su cuerpo. Cada poro de su piel respirando la brisa marina, se deleita con el armónico sonido de la ola, antes de ser engullida por la arena. Levanta la vista y observa cómo la cresta de espuma, se pierde en la aridez de la playa. Una y otra vez, infinitas veces, desaparece para volver a nacer. Nunca morirá porque forma parte de un todo. Una ingente masa de agua transformada, en un instante, en millones de perlas. Como las vidas, que son eternas, porque perduran al tiempo y a las gentes. Siempre en el mismo lugar y siempre en todas partes.
Toma conciencia de su idiosincrasia singular. Ya nunca más será parte de la nada. Nunca más será uno , fusionado con una multitud que se nutre de mentiras.
Ha llegado la hora de transformar su crisálida y nunca más volver. Sonríe en este final de trayecto. Inspira la última esquirla de ese aire enrarecido para nunca más abandonarse en la derrota.
Se recrea hacia su interior para emerger en millones de estrellas, en infinitas crestas de espuma y corales.
Y vuelve a nacer, para ser lo que siempre fue.
Hasta siempre, 2018. Nunca te voy a olvidar. Te quedas, sobre todo, en los pliegues de mi piel.
Si quieres conocer la receta que inspira esta historia: GALLETAS DE MIEL Y MANTEQUILLA