DOBLANDO EL RECODO

Doblando el recodo. Buscando caminos…


La melodía de los pájaros, ilumina el claro del bosque.

aves

La brisa, como un tintineo de cascabeles, serpentea entre los árboles. Olores a menta, jazmín y lilas evocan los pasajes mas felices de su niñez.

Pero no es el momento de recordar, ni de anclarse en el pasado.

Ahora no se puede parar y continuar acomodado en aquel valle, encaramado y protegido entre las montañas.

Hay que doblar el recodo.

Avanzar, dejar atrás las melodías, los olores y los colores que tanto le han acompañado.

Hay que cruzar el puente.

puente niebla

Dicen que doblando el recodo le esperan sus sueños aletargados hasta ahora en este valle.

Cuentan que el momento mas difícil es justo a mitad del recorrido, donde no escuchas ya los trinos de los pájaros, ni sientes los olores, ni percibes el aire serpenteando entre los árboles.

Entonces te inmoviliza el miedo a lo desconocido.

La soledad y el pánico penetran en cada poro de la piel. La niebla te paraliza. Aparece un deseo incontrolable de desandar el camino.

Es en este crucial instante, cuando uno se pregunta:

¿Encontraré lo que busco doblando el recodo?

Vuelve la vista hacia el valle, tan escondido como seguro. De nuevo echa la vista hacia delante, observa sin vislumbrar el final del camino.

La disyuntiva es retornar y vivir preguntándose qué hubiera encontrado tras el recodo de aquel puente o atravesar la bruma.

No quiere despertar cada mañana con preguntas sin respuestas y comienza a caminar.

Y cada pensamiento positivo es un canto a la esperanza, otro paso, otro y otro…

pisadas huellas y flores

Según avanza el miedo desaparece. Ahora el eco de los pájaros es mas nítido. Cada inapreciable impulso hacia delante es más grande. Intuye el final del recodo. Se aproxima al sueño, se prepara para conseguir lo imposible.

Ya no siente necesidad de echar la vista atrás. Allá está el ayer.

En medio de aquella senda de madera y piedras, comienza a creer que no hay nada inalcanzable.

Y siente la fuerza de imaginarse en el otro lado. Casi lo puede tocar con sus manos, lo siente entre sus dedos.

Sin darse cuenta ha llenado su mochila de motivaciones. Un momento, una mirada, una canción, una sonrisa, un llanto con sabor a nana, una palabra de ánimo, un beso pasional, el aroma de ajo tostado dorándose en sus fogones. Todo se reduce a fortalecer su caminar con sentimientos auténticos.

Sin apenas darse cuenta, ha llegado al final del puente y un reflejo de luz ilumina el oscuro recodo. Es entonces cuando recuerda aquella frase y aquellos ojos tiernos y màgicos:

Las cosas más bellas no se ven, no se tocan, tan sólo se recuerdan en el corazón y se añoran a través del tiempo. Y estas pequeñas cosas, a veces nimias, a veces casi intangibles te otorgarán la fuerza necesaria para cambiar”.

amanecer bosque

Y con este último pensamiento fluyendo por sus venas, dobla el recodo del camino…

La receta que acompaña a este relato: SOLOMILLO AL AJO TOSTADO.

Solomillo al ajo tostado

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