Autor: Miguel Ángel Bueno
Zaragoza
Mi vida sencilla no es quizá, la vida que soñé en mi juventud, pero sin duda, poseo una vida que nunca me atreví a soñar.
Siempre en mano de Dios, continuo en la simpleza de vivir sin muchas cosas que me aten a un mundo de luces y escaparates y la situación que estamos viviendo, me afianza en mis convicciones.
Hoy, paseando por este 2020, encuentro muchas razones para aferrarme a mi fe.
Recuperar el calor de mi familia ha sido un regalo maravilloso.
Este año, en su orilla del Mediterráneo, he compartido paseos por la playa y muchas charlas.
La felicidad de convivir con mi padre de nuevo me ha trasladado a mis años infantiles y el adiós ha sido más duro de lo que pensaba ya que ese beso de despedida, a sus 91 años, me hizo pensar que podía ser la última vez que nos envolviéramos los dos en un abrazo.
Pero recupero mi paz inmediatamente. Doy infinitas gracias, porque mi pequeño mayor, se encuentra rodeado de cariño y cuidados, en un lugar maravilloso donde vivir el resto de sus días.
Cuando amas, compartes, perdonas y no guardas rencor, cuando tienes a Dios en tu corazón la vida es infinitamente más gratificante. A pesar de todo y a pesar de todos, desde esta perspectiva, la vida es más intensa.
Soy ese 1 de cada 10 españoles infectados con el COVID 19 y también formo parte de esa mayoría de enfermos que experimentan síntomas moderados y se recuperan sin tratamiento especial. Aunque me está costando mucho remontar, estoy en casa, lucho, rezo y acepto la voluntad del Señor.
Los primeros momentos son complicados porque el miedo es libre y este virus ataca a cada enfermo de forma distinta.
Además, en mi caso se une una sensación de impotencia, ya que mi contagio se ha producido por una irresponsabilidad laboral que podía haberse evitado si hubiera continuado teletrabajando, como se hizo en la primera ola y que funcionó a la perfección.
Tras esos primeros momentos de rabia, reflexiono y me pongo en las manos de mi Creador, en el que siempre confío y recupero mi paz interior. Mi mente y mi cuerpo se preparan, sin miedo, para lo que tenga que ser.
Igual que en mi vida, necesito reposo y tiempo. Mi cuerpo, de momento, no está en forma para vencer al Covid. Dos semanas después del contagio, todavía no genero anticuerpos.
Este virus parece encontrarse de lo más a gusto en mi organismo y se resiste a abandonarlo.
El dolor de cabeza tan intenso durante tantos días me hace dormitar casi todo el día. No tenía ganas de comer, mucho menos de prepararme algo, me dolía todo el cuerpo, los ojos y la piel, por dentro y por fuera, parecían arder.
Estoy alerta pero tranquilo y, poco a poco, los síntomas empiezan a remitir.
Y aunque me he quitado un gran peso de encima por no tener a nadie cerca que pudiera contagiar, también me han faltado más que nunca el cariño y el abrazo de mi pareja, familia y amigos.
Eso ha sido lo peor, la soledad del encierro y una vez más, mi Fe ha sido la mejor compañera en este viaje y nunca me he sentido solo.
Mientras tanto, me mantengo activo con mis entretenimientos de siempre: Oración, libros, veo películas y a “mi atleti” que este año me está dando muchas alegrías. Ser colchonero es también una manera de aprender a sufrir y a creer en los milagros.
Y todo ello me prepara en mi camino.
Dios me ha elegido a mí porque vivo solo y no tengo responsabilidades. Mejor yo, que otras personas con familiares a su cargo, responsabilidades, dependencia o menos autonomía.
Económicamente está siendo un momento difícil pero, una vez más, mi Fe me lleva a meditar, que si estoy en esta situación es porque algo debo aprender.
A la vista de las noticias y los informes, si pudiera, pediría explicaciones a nuestros políticos, les recordaría por qué y por quién están aquí.
Nadie tiene la altura política necesaria para dejar las ideologías guardadas en un cajón y dedicarse, en unión y buena convivencia, a salvar vidas, mejorar condiciones y mantener el país como “un Fuenteovejuna”, unido y responsable.
Al final quien paga estas divisiones sociales es la población que está dividida entre dos polos opuestos que no son reales. Divide y vencerás.
A mi alrededor nada ha cambiado. A pesar de la enfermedad, de los contagios, mi emoción primera es siempre la oración, quizá ahora, con mayor frecuencia y confianza en Dios.
Salir de casa ha sido imposible y cada día me he apoyado en Dios y su iglesia que siempre es una fuente de inspiración en mi vida. He escrito muchas reflexiones espirituales que me ayudan a entender mi fe
En este tiempo de contagio y confinamiento estoy viviendo en un retiro espiritual, para limpiar mi cuerpo y mi espíritu. He orado a la Virgen María. Me he dejado guiar de su mano para que muestre al corazón cómo acoger a Jesús, como lo hizo Ella.
Me he emocionado con los ancianos que sufrían y morían abandonados, muchas lágrimas por la gente que se iba sin el calor de los suyos. He sentido nostalgia de mis seres queridos. Paseando por este año, también recuerdo muchas carcajadas. Y me reafirmo en mi manera de afrontar las cosas: todo en Dios, por Dios y para Dios.
Mi mensaje navideño es para dar las gracias a tantas personas anónimas que han tenido inmensos gestos de amor durante estos 365 días.
Hoy, más que nunca, no me olvido de los abuelos que cuidan de sus nietos y a los que ya no los cuidarán más.
A las madres que alimentan el cuerpo y el espíritu de los suyos, llevando sonrisas a sus hogares.
Al amigo que arrima el hombro, sin preguntas ni reproches.
A los que viven en soledad antes, durante y después del aislamiento.
A los niños, mujeres y hombres maltratados.
A los animales abandonados.
A todos ellos va mi oración más poderosa y mi gratitud por luchar en mil batallas.
Y es que hay muchas maneras de celebrar la vida y la Navidad.
Aunque este año, por el maldito virus, la navidad puede ser distinta en su superficie, su espíritu se mantiene intacto.
Posiblemente no pasearemos por nuestra ciudad engalanada, ni recibiremos los besos y abrazos de nuestros mayores, de nuestros hermanos, incluso de nuestros hijos que, quizá no puedan volver a casa estos días. Y sentiremos una gran tristeza.
Pero la importancia de estas fiestas no son esas cosas. La magia está en el niño Jesús, que celebrando su nacimiento, desde hace 2020 años, es el único que “hace nuevas todas las cosas”.
Se acerca este momento del año en el que celebramos, con alegría, este nacimiento. El hijo de Dios hecho hombre por nosotros.
Este acontecimiento junto con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, la Asunción de la Virgen María y la fiesta de la Inmaculada Concepción, componen los cuatro momentos más importantes del año para mí, a parte de las onomásticas de mis seres queridos.
Es una fiesta de Fe que, un año más, siento y disfruto como un acontecimiento único y feliz, aunque en el 2020, lo haré con gran prudencia y responsabilidad.
En este periodo medito con profundidad, cómo María y José, acuden a Belén y se resguardan en un pesebre porque no hay sitio para ellos en la posada.
Cómo el Ángel del Señor se manifiesta a los pobres, a los humildes pastores y no lo hace a los ricos y poderosos.
Hago propósito firme en estas fechas de que la Sagrada Familia encuentre una posada agradable en mi corazón.
Que la estrella de Belén sea la luz que ilumine mi camino, la misma estrella que condujo a los Reyes Magos hasta el portal de Belén y que, en estas navidades tan especiales, representa tantas cosas:
Es el alma de todos los que se han ido, la luz de la esperanza. Es la estela que nos muestra la razón más poderosa para vivir en paz.
Es una oración que une a todos los cristianos en una sola plegaria. Que tiene poder en el cielo y en la tierra.
Por eso, en nuestras peticiones acabamos diciendo:
“Señor óyenos, Cristo escúchanos”.
Es el mensaje de Jesús que nos dice:
“Yo soy la luz del mundo”.
Los cimientos de mi existencia se apoyan en el poder de estas palabras y en la Fe de esa estrella:
Ven y sígueme,
y yo te aliviaré,
que soy manso y humilde de corazón,
porque mi yugo es llevadero. Cristo.
Todas “LAS HISTORIAS DE ESPERANZA” de Miguel Ángel agrupadas en este sección, puedes encontrarlas aquí
La receta, dulce y llena de sabor a hogar que acompaña a esta entrada: ARROZ CON LECHE
Mucho ánimo Miguel Angel, seguro que pronto se habrá recuperado, el cuerpo es sabio y tiene su forma de hacerlo.
Un abrazo y feliz nuevo año.