La primera reflexión de lo vivido este año es una experiencia vital en la que he sido consciente lo trascendental del comportamiento humano.
Tantas historias de pérdidas materiales y personales han definido más que nunca, los comportamientos egoístas de personas que no toman en serio algo tan grave como una pandemia y que puede desembocar en un problema general que al final sufrimos todos.
Ha ocurrido al inicio de esta pandemia y continúa sucediendo ocho meses después. Me pregunto qué más tiene que pasar, cuánta más gente tiene que morir para que pensemos en el prójimo y actuemos todos a una, con responsabilidad.

La siguiente percepción es un sentimiento de impotencia.
No poder hacer nada, más allá de acatar las normas, me ha llevado a temer por mi familia, extensa y unida; mis hijas, mi marido, mis hermanos, mis sobrinos y en especial por mi madre que, en un par de meses, cumple 90 años.
Y así llego a esta extraña normalidad que ha abierto en mi vida un nuevo periodo donde valorar cosas que, quizás antes, no me parecían importantes.
Pero me quedo, en este camino por 2020, con muchas y agradables sorpresas.
A Dios gracias la tecnología nos acerca en momentos como los que estamos viviendo.
Ahora tenemos un regalo impagable, mucho tiempo libre y esta realidad me ha llevado a una rotunda afirmación; ¡Qué importante es poder compartir este obsequio intangible con los míos!

Hoy valoro en toda su inmensidad la trascendencia de mis rutinas diarias. Esas insignificancias que pasaban por mi vida con total naturalidad y que hoy, me ayudan a comprender que, aquellas cosas a las que daba más importancia de la que debía, hoy me resultan absolutamente banales.
Pero si algo se ha afianzado en mi alma con más fuerza que nunca, ha sido el poder inmenso del amor.
Siempre, con confinamiento y sin él, mi gran apoyo es mi familia.
Todos ellos me acompañan en cada paso que recorro, en cada rastro que dejo tras de mí.
Alguien dijo alguna vez que la familia te la imponen, los amigos se eligen. Yo añado, que ambos se marcan a fuego en el corazón y yo tengo la inmensa suerte de poseer un par de amigas que ocupan ese lugar privilegiado.
Soy afortunada. Estoy rodeada de cariño.
Paseando por este año tan singular, me encuentro con una de las emociones más auténticas que he experimentado en mi vida.
En este recodo pedregoso del camino, el nacimiento de mi primera nieta ha sido una luz cegadora que ha iluminado a nuestra familia.
Ella trae una nueva generación de esperanza y futuro y nos llena de tanta felicidad, que olvidamos las penas y la enfermedad hasta hacernos sentir culpable por ello.

Y más que nunca, te he echado tanto de menos, papa. ¡Cómo te hubieras ilusionado con tu bisnieta! Cómo hubieras reído con las ocurrencias de ese nieto que podría ser un gran humorista o con las chácharas jóvenes de tus nietas.
Desgraciadamente mis lágrimas derramadas no han sido solo de emoción, también este virus nos ha arrebatado seres muy queridos. Hoy mi llanto y mi recuerdo son para mis tíos fallecidos durante esta pandemia, por todos los que han tenido que vivir separados de los suyos y no han podido ni siquiera despedirse en los momentos finales.
Mi agradecimiento está con quienes sienten su vocación hasta el extremo de jugarse la vida, y hay tanta vocación distinta y útil en este país…
Me conmueven profundamente aquellos que se la juegan por los suyos.
Con todos ellos me siento muy identificada y esta mención es un pequeño homenaje a sus heroicidades anónimas.

Y aunque el pasado siempre estará ahí recordándonos, sobre todo, a los que nos faltan, soy una persona positiva y busco siempre la forma de sentirme bien.
¡Podemos con todo y con esto también!
Para ello continúo como antes de todo esto.
Es verdad que, económicamente no nos hemos visto afectados como muchas familias y esto me ha ayudado a no perder mi norte. Por esta razón, he podido vivir el aislamiento recuperando tantas cosas sencillas que tenía guardadas en esos cajones del olvido.
Tanto tiempo de confinamiento ha activado mi imaginación.
He dibujado mucho, que es mi afición favorita y he incrementado mi tiempo haciendo deporte.
He descubierto que mi faceta de abuela me encanta y me he aficionado a las plantas dentro de casa.
He vuelto a leer tebeos y me he entretenido mucho con mi hija pequeña que ha estado en casa con nosotros.
Para mi propio asombro, la lana y las agujas de tejer han cobrado un protagonismo importante. He hecho varias prendas de vestir y algunos cojines y he recuperado la afición por los trabajos manuales.

Por todas estas vivencias, mi carta de los deseos este año, está escrita de proyectos incorpóreos:
La recuperación de cada ser humano, en todos los lugares del mundo.
Un futuro más esperanzador para quienes lo necesitan.
No olvidar de dónde venimos.
Sumergirnos en una nueva y calmada manera de afrontar las cosas.
Disfrutar de unas navidades sencilllas y normalizadas con todos los míos.
Y por último sonreír a carcajadas y respirar el aroma de mi hogar.
Extiendo estos deseos para todos los que hoy me acompañáis en este paseo por mi 2020 y os recuerdo la importancia de apoyaros los unos en los otros, pase lo que pase.

No lo olvidéis:
¡La unión hace la fuerza!
Así que mucha fuerza para todos en el año que acaba y mucha más para el que comienza.
¡Feliz Navidad!

La receta navideña que acompaña este paseo por el 2020 es TARTA DE MANZANA EXQUISITA

Para ver todos los bocetos de Pradit, incluídos los de esta entrada, y conocer más cosas sobre ella, ir a “La Galería de Pradit”
