ESENCIA PURA

Aunque nunca lo supo, siempre tuvo alas, pero se atrofiaron de no utilizarlas. Se redujeron a casi nada, a dos minúsculos bultos en esa cansada espalda con una mochila siempre a cuestas.

Muy de vez en cuando, en lo más profundo de su alma, intuía el aleteo de quién se resiste a su propia naturaleza, sentía un cosquilleo en las entrañas, escuchaba una melodía de trinos y entonces, melancólica, elevaba la mirada al cielo. Y quizá por casualidad o por pura metamorfosis, allá arriba,  siempre encontraba un azul tan cristalino, como sus ojos, tan claro como su sonrisa, tan despejado como sus sueños. 

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Nadie le enseñó el lenguaje de esos sueños, por eso obedecía las voces  terrenales que  le obligaban a aferrarse a un  suelo que no le pertenecía.

 Las obligaciones amordazaban cada uno de sus improvisaciones. Y la mochila se llenaba de incontables “no quieros” y ” no puedos” que ensombrecían su vida.

Pero un día, igual que ayer, probablemente idéntico a mañana, se le cayó uno de los “no puedo” y notó como su cuerpo se enderezaba un milímetro. Volvió a soltar otro de los ” no quiero” que tanto le pesaban y sintió un escalofrío.

Algo en su interior se agitaba. Parecían cascabeles mecidos por el aire.  Aquella nueva sensación le reconfortaba tanto que continuó descargando su mochila de todo aquello que no le pertenecía, hasta que la bolsa se desprendió de su espalda como un resorte.

En el desajuste olfateó una  liviana brisa con aroma de mar y  escuchó con más intensidad el sonido de las campanillas, solo que ahora aleteaban con fuerza.

Asustada, se resistía a esa extraña sensación. Comenzaba a elevarse del suelo a pesar de resistirse con todas sus fuerzas.  Se agarraba con uñas y dientes al roble centenario que la vio nacer. Necesitaba sentir ese olor tan familiar a tierra mojada, aferrarse a lo que allí le rodeaba.

Ella vivía bajo aquella sombra protectora,  era parte de esa hierba y de las flores, era el néctar de las abejas y se recomponía en los abrazos de sus pequeños animales del bosque.

Así que, imitando a las raíces del anciano árbol, hundió las plantas de sus pies en aquella tierra. Su piel se llenaba de oquedales y la gravedad de su minúsculo cuerpo le impulsaba hacia las ramas más altas del enorme tronco. Su obstinación parecía ir contra natura. Sentía  un dolor insoportable, pérdida y soledad. Pero cuánto más luchaba, más alto se elevaba y la brisa perfumaba intensamente el lugar.

Alcanzando las últimas ramas, miró a la inmensidad desconocida y supo que ya no podía luchar más. El aroma de mar era tan intenso que lo sentía en cada poro de su piel.

Entonces los últimos brotes del roble se transformaron en  manos dulces, tiernas, cariñosas, que limpiando sus heridas, mecían su despedida:

-“Asume tu nueva naturaleza. Acepta tu esencia y por fin, podrás ser libre. La libertad es poder. Y el poder te dará la fuerza necesaria para descubrir lo que siempre fuiste. PURA ESENCIA”.

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Escuchó a su alrededor el trino de cientos de  pájaros  surcando el cielo infinito y, por primera vez, reconoció sus alas, escondió sus plantas, se lamió sus heridas y se dejó llevar.

 Descubrió que en el firmamento no existen límites, que allá no es necesario ningún horizonte,  que se puede lo que uno quiere, que se vive lo que uno sueña.

Sonrió con esa mirada que sólo poseen los que han entregado su vida para que otros vivan la suya.

 Y, al extenderlas plenamente,  sus alas brillaron…

                    Y se convirtió en estrella.                                                                                               A mi madre.

Esta entrada me ha inspirado una receta muy de casa. Me ha devuelto los fogones de mi madre. BACALAO DE CASA

2 respuestas a “ESENCIA PURA”

  1. Gracias infinitas a tí, Rocío Vazquez.

  2. Rocío Vázquez dice:

    Hermosa descripción de lo que día a día voy recordando en mi vida, que tengo la libertad de ser quien soy. Gracias, infinitas gracias ‼️

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