LA JURISTA RECTITUD

Autora: Maria Luisa Ventura

Toledo. España

Me casé con una abogada con fama de ser muy íntegra y más fría que un carámbano.

Nos habíamos conocido en los juzgados. Ambos representábamos a la parte contraria en un desagradable asunto de divorcio, no amistoso por supuesto, que nos llevó más de dos años resolver y en el que los litigantes escaparon sin pena ni gloria de su propia podredumbre.

Tras muchas llamadas telefónicas, largas conversaciones, incontables maldiciones silenciosas y cuantiosos desacuerdos, por fin llegó el momento del encuentro.

He de reconocer que yo estaba ansioso y deseando, pues aunque hubo controversia entre nosotros desde el primer momento, algo de ella me llamaba pertinazmente.

pareja de ejecutivos, ilustración

Cuando la tuve ante mí supe que me enamoraría sin remedio. En realidad ya estaba enamorado de su actitud altanera, su dedicación al trabajo y su seguridad en sí misma, pero fue en ese momento, después de mirar sus dulces ojos marrones y oler el suave aroma de su perfume cuando caí en las redes de su seductora presencia.

Ella también se sintió muy atraída por mí y confesó, no sin cierta reticencia, que tenía mucha curiosidad por conocerme.

Así, tras unos meses de momentos furtivos, llamadas a deshoras y fines de semana apasionados, decidimos legalizar nuestra unión.

Ni para elegir el lugar dónde casarnos nos pusimos de acuerdo, así que finalmente recurrimos a tierra de nadie y nos dimos el sí quiero ante un juez de paz y dos funcionarios casuales que actuaron como testigos.

A mí todo aquello me pareció original, diferente, mundano; algo que encajaba con ella y su singular forma de ser a la perfección.

aves y corazón

Al principio todo eran mimos y fogosidad, buscábamos la forma de estar juntos mucho tiempo y nos deshacíamos uno en el otro apresados por la pasión, pero en menos de un año el boletín de actualizaciones jurídicas dormía con nosotros treinta días al mes y su vástago de tres años, fruto de su anterior relación, siete noches por semana. Era como si hubiéramos derramado todo nuestro interior en un cubo y de pronto alguien lo hubiera dado la vuelta para vaciarlo por un desagüe.

Mientras ella insistía en corregir mi léxico, yo buscaba el modo de encontrarla a solas, pero no había forma.

Más de una vez pensé en dejarla, pero me costaba resistirme al encanto de sus ojos y estaba atrapado entre sus piernas fuertes y el aroma de su piel.

Vivía desconcertado, balanceándome cada día entre el imán de su cuerpo y el desapego de su corazón vacío.

corazón roto hombre

Un día volví a casa inesperadamente. Su coche estaba aparcado en la misma puerta, como al desgaire. Abrí despacio y avancé con discreción, convencido de que descubriría algo doloroso y terrible, pero que me sacaría de aquella pesarosa incertidumbre.

El silencio reinaba en el ambiente y la casa parecía vacía, pero la estela de su aroma fue como una brújula, guiándome escaleras arriba hacia el norte de nuestro dormitorio.

Empujé la puerta sin titubeos y la encontré sudorosa, vestida de cuero negro y con látigo en mano.

Frente a ella un muñeco inflable con ojos despavoridos y regios atributos, apenas cubierto con una toga de juez, me miraba socarrón. Los azotes le habían desmochado ya de birrete y puñetas.

¡La sorpresa impidió el culmen de la poda!

pluma

M.L. Ventura

Esta historia con su punto de acidez, lleva una receta para aplacar los nervios: POLLO AL LIMÓN CON TEMPURA.

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