DE MÚSICAS, RISAS Y LLANTOS

M.L. Ventura.

Talavera de la Reina.

Ferias y fiestas de una ciudad cualquiera. La muchedumbre deambula de aquí para allá, y las fragancias de supermercado se mezclan con los aromas vertiginosos de los pinchos morunos, los pescaítos y las viandas de ración.

Las atracciones se asoman como gigantes y el público, con sus mejores galas, pasa mirando como si fuera la primera vez que lo ve y hace largas colas entre el bullicio de las músicas, los gritos y los motores, aguardando turno para sentir otra vez más, el sabor del miedo al vacío en la boca del estómago, o el vértigo en la cabeza; o con los ojos cerrados, saciar el deseo de reinar sobre el gentío que abajo se agita, y sentirse como un dios etéreo coronado por los elementos.

Más allá, los puestos de abalorios con sus coloridos y centelleos atrayendo miradas de urracas, y en el suelo, como al descuido, los manteros negros recabándose el trozo de pan que les alimentará esa noche y, con un poco de suerte, también al día siguiente.

La piel oscura se ilumina con afectada sonrisa de mercader, tratando de convencer al advenedizo de turno de que no puede bajar más el precio, pero el tipo erre que erre insistiendo en “que mi señora tiene el capricho de ese bolso D&G, que es una imitación muy buena sí, pero imitación que no dura un asalto ¡No te me pases pidiendo, moreno!

La señora mira a su hombre con una mezcla de timidez y admiración ¡qué gran negociador!

Sabe bien que el moreno se muere por vender rápido, porque en cualquier momento aparecerán los municipales y tendrá que tirar de la manta y salir huyendo.

¡Dicho y hecho! Como surgidos de algún lugar ignoto, a la carrera entre las gentes errantes, y sorteando cuanto se cruza en su camino, aparecen dos manteros con la carga al hombro y perseguidos por sendos policías, que han colgado hoy el uniforme para dar caza de incógnito, porque resulta que el “moreno de manta” capitaliza a las mafias terroristas con sus artículos de imitación.

Pero ¿dónde se esconderá tan estupendamente el fulanito que compra el material para fabricar? ¿Y el que diseña las imitaciones de las grandes firmas de lujo? ¿Y dónde estará, tan magníficamente disimulado, el taller que los produce? ¿en el subsuelo, en el espacio…? porque nadie lo encuentra oye ¡Tampoco yendo de incógnito!

En su desaforada carrera, los morenos al galope sueltan la manta con sus cachivaches inútiles, sus abalorios rutilantes y sus cuasi-perfectas imitaciones, porque el peso de la mercancía les frena la huida; y el advenedizo regateador, avispado donde los haya, se mueve como un rayo y se hace con el D&G que, mira tú por donde, le va salir gratis. Como piraña hambrienta, no solo agarra el bolso de marras, sino todo aquello que le cabe entre las manos. Ya advierte el refrán que, a pillos y bribones, suele la fortuna otorgar dones.

En menos de un minuto cunde el ejemplo y, antes de que lo confisque la policía, una barahúnda de gente se agolpa sobre los portátiles depósitos llenándose bolsillos, bolsos, y aquellos vanos que subsisten a veces entre las ropas y la carne.

¡Que espectáculo!

Los de incógnito vuelven jadeantes y sin haber atrapado a los gacelos, que a base de huidas y escamoteos están tan bien entrenados, que bien podrían ser atletas de la talla de Usain Bolt

¡Todo sería tener la oportunidad de demostrarlo!

Exhaustos recogen las mantas semivacías mientras miran recelosos a los presentes, a sabiendas de que la mayoría ha metido la mano, y de que son culpables, por lo menos-por lo menos, de apropiación indebida; pero se limitan a recoger los pocos abalorios que allí quedan y se dirigen a su puesto fijo, a ver si acaba la jornada cuanto antes, que con la carrera de hoy ya se han ganado el sueldo y, mejor o peor, ellos sólo cumplen órdenes.

Un desánimo me asalta de pronto y una tristeza infinita me invade. Estoy harta de oír en las noticias que el fulano de turno ha escamoteado tantísimos millones a un paraíso fiscal; o que el colega de éste tiene sus arcas a rebosar, de meter la mano entre subvención y subvención; o que personal formado con creces, dedicados durante décadas a desatascar farsas judiciales, no es capaz de desentrañar las siglas de un nombre …. Y esto es todos los días y desde hace ya tanto, que cuando la noticia se nos cuela en casa otra vez, resulta que nos hemos acostumbramos tanto a oírla, que casi nos pasa desapercibida.

Esto sí da miedo ¿O no?

Sin embargo, cuando los mercaderes de trajes caros se mezclan entre el gentío, éste se retira dócilmente para que pasen; por supuesto pisando sobre la alfombra roja de los distinguidos, no vayan a mancharse los zapatos con el mismo barro que el ciudadano de a pie.

¡Siempre ha habido clases, oiga!

La insolidaridad, la crueldad, la falta de compasión…. ya forman parte de nosotros como especie, nos llenan de pleno, lo llevamos colgado del cuello como un abalorio más y, además, lo lucimos con el orgullo, la soberbia y la insolente petulancia, de quien se sabe protegido, con techo sobre la cabeza y sustento en la mesa.

Un rato después, asoman más manteros, nerviosos miran aquí y allá porque ya se ha corrido la voz de que hay cazadores y van de camuflaje, pero ellos tienen que arriesgar, porque el estómago gruñe y a la vuelta, hay que echar cuentas.

En el cogollo de la feria, la juerga seguirá hasta altas horas de la madrugada mezclando las músicas, los gritos y los motores, con las fragancias de supermercado, los pinchos morunos y los pescaítos fritos; las carcajadas exageradas y los ropajes de fiesta……. y con las lágrimas que pugnan por salir de los ojos albos, que no se advierten nunca, porque ruedan sobre rostros oscuros

¡Y así anda este mundo loco, llorando unos para que rían otros!

M.L. Ventura

Aquí también ríen unos y, otros lloran, pero de pura emoción gastronómica con esta FOCACCIA SALUDABLE DE VERDURAS

M.L. Ventura

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